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Programación
Programación y Calendario
Pastoral Diocesano:
«La Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros» (Jn 1,14)
2011/2012
Publicado: BOA 2011, 395.
Nuestro Plan Pastoral Diocesano para los años 2008–2012 se titula “Conoce, celebra y vive la Palabra de Dios” , haciendo eco en nosotros de lo que dice san Juan en el prólogo de su Evangelio: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Para este Curso pastoral 2011–2012 nos centraremos en cinco objetivos prioritarios:
I. Unirnos al empeño de toda la Iglesia por una nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
II. Poner en práctica las sugerencias pastorales de la Exhortación Apostólica Verbum Domini .
III. Impulsar la pastoral de adolescentes y jóvenes, como fruto de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011.
IV. Continuar con el Plan de ordenación territorial y personal de la actividad pastoral en la Diócesis de Valladolid. Elaborar el próximo Plan Pastoral Diocesano.
V. Promover y practicar la caridad en la vida y misión de nuestra Iglesia.
Introducción
(De la homilía de D. Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid, en la Fiesta de Nuestra Señora de San Lorenzo 2011) :
La Jornada Mundial de la Juventud ha sido un acontecimiento de inmensas dimensiones, de largo respiro y de una calidad excelente. Fue presidida por el Papa, a cuya convocatoria acudieron cientos de miles de jóvenes con sus obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, y educadores en la fe. Hemos podido experimentar cómo la fe cristiana se convierte en gozo y aliento de la esperanza, a pesar de las inclemencias del tiempo atmosférico y humano.
Los jóvenes que participaron en la Jornada Mundial y que habían recorrido previamente un itinerario de fe en las parroquias, movimientos, grupos y comunidades se manifestaron bien educados, alegres, orantes, sacrificados y solidarios. Donde Dios es acogido florece la fraternidad, la generosidad con los necesitados y la colaboración por una sociedad más justa, libre y pacífica. La convivencia con los jóvenes que nos visitaron y la perspectiva impresionante del aeródromo de Cuatro Vientos ensancharon el horizonte de nuestra vida; la mirada amplia y profunda nos libera de las estrecheces que recortan nuestra vida y nuestras preocupaciones cotidianas. Hemos entrevisto señales de un mundo mejor.
Como es lógico, emerge la palabra del Papa transmitida en numerosas ocasiones durante aquellos días. Así como hay palabras que se las lleva el viento, están vacías o incluso son engañosas, hay, en cambio, otras que merece la pena retener porque son verdaderas, han sido pronunciadas con amor, están capacitadas para tocar el corazón y abren caminos a un futuro digno del hombre. Así fueron, sin duda, los mensajes de Benedicto XVI a los jóvenes, con quienes se estableció una corriente de cariño, de sencillez y de comunicación gozosa. Permitidme, por ello, que recuerde algunas palabras especialmente relevantes.
a) Al despedirse en el aeropuerto de Barajas , después de haber expresado su gratitud porque se había sentido muy bien entre nosotros, dijo entre otras cosas: «España es una gran nación que, en una convivencia sanamente abierta, plural y respetuosa, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica». La hondura y raíces de nuestro pueblo pueden ser fecundas también hoy, en la situación presente, con tantos aspectos nuevos que nos ha tocado vivir; sin ser arrancados del suelo vital ni ser despojados de lo que nos caracteriza como pueblo en medio de la historia universal y de la humanidad, podemos fructificar. Sabemos que la fe se propone, pero no se impone; sabemos también que la fe respetuosamente vivida, consecuentemente profesada y valientemente anunciada nos da razones para vivir, para trabajar y para morir. Todos los españoles estamos llamados a convivir en respeto mutuo, trabajando unidos, sin rechazos agresivos, sin violencia ni amenazas. La fe cristiana no es solo de ayer, sino también de hoy y de mañana. Los cristianos debemos ser también buenos ciudadanos, pero no deben ser recortadas ni en público ni en privado nuestras señas de identidad. Congratulándose por el éxito de la Jornada, ha afirmado un agnóstico confeso que «la religión no solo es lícita, sino también indispensable en una sociedad democrática» (Mario Vargas Llosa).
b) En la eucaristía de Cuatro Vientos nos recordó el Papa la pregunta formulada por Jesús: «¿Quién decís que soy yo?», sin limitarse los discípulos de la primera hora a recoger las opiniones del ambiente. En nombre de todos Pedro, respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Esa interrogación de Jesús va dirigida también personalmente a cada uno de nosotros. A continuación, dijo el Papa: «Queridos jóvenes, permitidme que, como sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles; a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir “por su cuenta” o de vivir la fe según la mentalidad individualista que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él». «No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo». «Tener fe es apoyarte en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de los otros».
«No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás (...). Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios». En las condiciones actuales es preciso personalizar la fe, sabiendo suficientemente qué creemos, a Quién creemos, por qué creemos, qué nos otorga la fe. La fe es personal y es también comunitaria. Los jóvenes que han participado en la Jornada Mundial ya han vencido la tentación de separar la fe en Jesucristo de la unidad confiada en la Iglesia. “Jesús sí, la Iglesia también”.
c) La palabra “cruz” nos remite a nuestro Maestro, que es Jesucristo crucificado y resucitado. Significa seguir al Señor también en la dureza de la vida y en los acontecimientos adversos, cargando con lo que, si estuviera a nuestro alcance, eliminaríamos de la existencia. Se llame como se llame, la cruz forma parte de nuestra vida. ¿Cómo comprendemos los cristianos tomar diariamente la cruz? En las palabras conclusivas del viacrucis desarrollado en el paseo de Recoletos , dijo el Papa: «La cruz (de Jesús) no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega amorosa que lleva hasta la donación más inmensa de la propia vida. El Padre quiso amar a los hombres en el abrazo de su Hijo crucificado por amor».
A la luz de la crucifixión de Jesús, el Hijo de Dios, no podemos concluir que nuestras cruces sean sin más castigo de Dios, ni un capricho cruel suyo para hacernos sufrir, ni un gusto enfermizo nuestro por el dolor; sino prueba suprema del amor, silencio en la presencia de Dios, que tiene designios insondables, y oportunidad para mantener en las situaciones duras la fidelidad. Una consecuencia es clara: Si Jesús murió por nosotros, también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos (cf. 1Jn 3,16). El amor verdadero se autentifica con el sufrimiento real por la persona amada. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos (cf. Jn 15,13); amar, consiguientemente, no es instrumentalizar a nadie ni convertir a otras personas en víctimas de nuestro poder; sino ayudar sacrificadamente al otro, tenderle generosamente la mano, servirlo con humildad.
En la celebración del viacrucis se unen el itinerario de Nuestro Señor camino del Calvario y las vías dolorosas, numerosas y variadas, de los hombres y mujeres de hoy y de siempre. En cada estación del viacrucis de Jesús se incluye también el viacrucis de los hombres, como puso elocuentemente de relieve el texto escrito por las Hermanitas de la Cruz para cada estación. El mismo Jesús recorre el viacrucis de sus hermanos acompañándolos por todos los caminos del mundo; en ellos está Jesús en agonía hasta el fin del mundo (Blaise Pascal). Digamos con palabras del Papa: «La pasión de Cristo nos impulsa a cargar sobre nuestros hombros el sufrimiento del mundo». «Queridos jóvenes (...), no debéis pasar de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer».
En el encuentro con las personas discapacitadas de la Fundación Instituto de San José, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios , iluminó el Papa con estas palabras otro aspecto del sufrimiento: «La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana (Spe Salvi, 38) ».
d) Si el papa Juan Pablo II saludó al comenzar su ministerio pastoral en Roma y repitió muchas veces: «No tengáis miedo», Benedicto XVI se ha dirigido a los jóvenes en la Jornada con estas palabras: «No os avergoncéis del Señor» (saludo de llegada al aeropuerto de Barajas) . «No os dejéis intimidar por un entorno en que se pretende excluir a Dios» (a los seminaristas en la catedral de la Almudena) . «No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad» (Vigilia en Cuatro Vientos). Cuando Dios elige y envía, Él mismo acompaña y da fuerza a los enviados. También nuestro mundo está bajo la mirada bondadosa de Dios; aunque no lo veamos, está con nosotros. Un eclipse no significa que el sol se haya apagado, sino que ilumina detrás de lo que lo oculta. Dios siempre está cerca. Vayamos con valentía, confianza y sencillez como testigos de Dios en el mundo. Seremos convincentes si estamos gozosamente convencidos.
(Los textos que se ofrecen junto a las líneas de acción y los objetivos siguientes pertenecen a la Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini = VD, publicada el 30-9-2010).
I. Conocer, celebrar y vivir la Palabra de Dios para ser discípulos
«La fe cristiana no es solo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo. El encuentro con el Hijo de Dios proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia. Cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud» (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2011, 2) .
A. Conocer y dar a conocer la Palabra
«Junto a los padres sinodales, expreso el vivo deseo de que florezca una nueva etapa de mayor amor a la Sagrada Escritura por parte de todos los miembros del Pueblo de Dios, de manera que, mediante su lectura orante y fiel a lo largo del tiempo, se profundice la relación con la persona misma de Jesús» (VD, 72).
Objetivo 1. Potenciar la formación bíblica de todo el Pueblo de Dios
«Animación bíblica de toda la pastoral. No se trata, pues, de añadir algún encuentro en la parroquia o la diócesis, sino de lograr que las actividades habituales de las comunidades cristianas, las parroquias, las asociaciones y los movimientos, se interesen realmente por el encuentro personal con Cristo que se comunica en su Palabra. Así, puesto que “la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo”, la animación bíblica de toda la pastoral ordinaria y extraordinaria llevará a un mayor conocimiento de la persona de Cristo, revelador del Padre y plenitud de la revelación divina» (VD, 73).
Objetivo 2. Impulsar la Iniciación cristiana
«Un momento importante de la animación pastoral de la Iglesia en el que se puede redescubrir el lugar central de la Palabra de Dios es la catequesis, que, en sus diversas formas y fases, ha de acompañar siempre al Pueblo de Dios. El encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús, descrito por el evangelista Lucas (cf. Lc 24,13-35), representa en cierto sentido el modelo de una catequesis en cuyo centro está la explicación de las Escrituras, que solo Cristo es capaz de dar (cf. Lc 24,27-28)» (VD, 74).
B. Celebrar y orar la Palabra
Objetivo 3. Iniciar en la oración y en la lectura espiritual de la Palabra (lectio divina)
«La interpretación de la Sagrada Escritura quedaría incompleta si no se estuviera también a la escucha de quienes han vivido realmente la Palabra de Dios, es decir, los santos. En efecto, “viva lectio est vita bonorum”. Así, la interpretación más profunda de la Escritura proviene precisamente de los que se han dejado plasmar por la Palabra de Dios a través de la escucha, la lectura y la meditación asidua» (VD, 48).
Objetivo 4. Cuidar la Liturgia de la Palabra en la celebración de los sacramentos
«Si bien la Eucaristía está sin duda en el centro de la relación entre Palabra de Dios y sacramentos, conviene subrayar la importancia de la Sagrada Escritura también en los demás sacramentos, especialmente en los de curación: el sacramento de la Reconciliación o de la Penitencia, y el sacramento de la Unción de los enfermos» (VD, 61).
C. Vivir y encarnar la Palabra
Objetivo 5. Impulsar la propuesta y el discernimiento vocacional («Hágase en mí según tu palabra»)
«La Palabra llama a cada uno personalmente, manifestando así que la vida misma es vocación en relación con Dios. Esto quiere decir que, cuanto más ahondemos en nuestra relación personal con el Señor Jesús, tanto más nos daremos cuenta de que Él nos llama a la santidad mediante opciones definitivas, con las cuales nuestra vida corresponde a su amor, asumiendo tareas y ministerios para edificar la Iglesia» (VD, 77).
Objetivo 6. Promover una espiritualidad de comunión para acoger y ofrecer el Evangelio hoy en nuestra Diócesis
«La Palabra se dirige personalmente a cada uno, pero también es una Palabra que construye comunidad, que construye la Iglesia. Por tanto, hemos de acercarnos al texto sagrado en la comunión eclesial» (VD, 86).
II. Conocer, celebrar y vivir la Palabra de Dios para ser misioneros
«La Iglesia es misionera en su esencia. No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos, para cada hombre. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio. El Señor mismo, como en los tiempos del profeta Amós, suscita entre los hombres nueva hambre y nueva sed de las palabras del Señor (cf. Am 8,11). Nos corresponde a nosotros la responsabilidad de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia» (VD, 91).
A. Anunciar la Palabra
Objetivo 7. Dar una dimensión misionera y de anuncio del Evangelio a toda nuestra acción pastoral
«El Sínodo ha prestado una atención particular al anuncio de la Palabra divina a las nuevas generaciones. Los jóvenes son ya desde ahora miembros activos de la Iglesia y representan su futuro. En ellos encontramos a menudo una apertura espontánea a la escucha de la Palabra de Dios y un deseo sincero de conocer a Jesús. En efecto, en la edad de la juventud surgen de modo incontenible y sincero preguntas sobre el sentido de la propia vida y sobre qué dirección dar a la propia existencia. A estos interrogantes solo Dios sabe darles una respuesta verdadera. Esta atención al mundo juvenil implica la valentía de un anuncio claro» (VD, 104).
Objetivo 8. Ofrecer en el diálogo fe-cultura la propuesta cristiana sobre temas de actualidad
«Pensemos en el episodio del Areópago de Atenas narrado por los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 17,16-34). En efecto, el Apóstol de las gentes entra en diálogo con hombres de culturas diferentes, consciente de que el misterio de Dios, conocido o desconocido, que todo hombre percibe aunque sea de manera confusa, se ha revelado realmente en la historia: “Eso que adoráis sin conocerlo, os lo anuncio yo” (Hch 17,23)» (VD, 92).
B. Celebrar y orar la Palabra
Objetivo 9. Subrayar de forma especial la dimensión misionera de nuestras celebraciones
«“Con el anuncio de la Palabra de Dios, la Iglesia revela a la familia cristiana su verdadera identidad, lo que es y debe ser según el plan del Señor”. Por tanto, nunca ha de perderse de vista que la Palabra de Dios está en el origen del matrimonio (cf. Gn 2,24) y que Jesús mismo ha querido incluir el matrimonio entre las instituciones de su Reino (cf. Mt 19,4-8), elevando a sacramento lo que originariamente está inscrito en la naturaleza humana» (VD, 85).
Objetivo 10. Anunciar la esperanza cristiana en el sacramento de la Unción de Enfermos y en la celebración de las exequias
«Lo que la Iglesia anuncia al mundo es el Logos de la esperanza (cf. 1P 3,15); el hombre necesita la “gran esperanza” para poder vivir el propio presente, la gran esperanza que es “el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo (Jn 13,1)”. Por eso la Iglesia es misionera en su esencia. No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos, para cada hombre» (VD, 91).
C. Vivir y encarnar la Palabra
Objetivo 11. Ofrecer una voz profética (personal, comunitaria e institucional) ante las diversas situaciones de injusticia y de ataque a la dignidad humana, iluminados por la Doctrina Social de la Iglesia
«La misma Palabra de Dios resalta la necesidad de nuestro compromiso en el mundo y nuestra responsabilidad ante Cristo, Señor de la Historia. Al anunciar el Evangelio, animémonos mutuamente a hacer el bien y comprometernos por la justicia, la reconciliación y la paz» (VD, 99).
Objetivo 12. Encarnar la Palabra de salvación en el mundo a través de la acción social y la promoción de la justicia
«Es importante que toda modalidad de anuncio tenga presente, ante todo, la intrínseca relación entre comunicación de la Palabra de Dios y testimonio cristiano. De esto depende la credibilidad misma del anuncio» (VD, 97).
III. Calendario
Septiembre:
Octubre:
Noviembre:
Diciembre:
Enero:
Febrero:
Marzo:
Abril:
Mayo:
Junio:
Julio:
Agosto:
«Nuestro tiempo ha de ser cada día más el de una nueva escucha de la Palabra de Dios y una nueva evangelización. Redescubrir el lugar central de la Palabra divina en la vida cristiana nos hace reencontrar el sentido más profundo de lo que el papa Juan Pablo II pidió con vigor: continuar la missio ad gentes y emprender con todas las fuerzas la nueva evangelización, sobre todo en aquellas naciones donde el Evangelio ha sido olvidado o padece la indiferencia de cierta mayoría a causa de una secularización extendida. Que el Espíritu Santo despierte en los hombres hambre y sed de la Palabra de Dios y suscite entusiastas anunciadores y testigos del Evangelio» (VD, 122).