Un espacio para la historia, una casa para cada día, un Año Jubilar para la vida

Un espacio para la historia, una casa para cada día, un Año Jubilar para la vida

31 mayo, 2024

Imágenes de devoción, por Javier Burrieza

Valladolid, camino de devoción del Sagrado Corazón de Jesús (y 16)

UN ESPACIO PARA LA HISTORIA, UNA CASA PARA CADA DÍA,

UN AÑO JUBILAR PARA LA VIDA

Parecía que en los tiempos posconciliares, por una inadecuada lectura de sus disposiciones, las devociones que acumulaban una tradición –en este caso el culto al Sagrado Corazón de Jesús– no contaban con la misma prioridad que habían desarrollado hasta ahora y, con ella, sus lugares. Quizás al menos necesitaban una relectura. Eso también pudo suceder con el Santuario Nacional de La Gran Promesa. A su vez, el templo decimonónico de los jesuitas en la calle Ruiz Hernández fue demolido y sustituido por otro, con una nueva orientación física pero también con una nueva disposición litúrgica y espacial. Lo presidía una enorme imagen reinterpretada del Sagrado Corazón de Jesús, muy diferente a la de Félix Granda del retablo del Santuario. Era el cambio de la espiritualidad que decíamos antes. Naturalmente, la solemnidad del mes de junio se continuaba celebrando con su tradicional procesión aunque con menos presencia de algunas de las asociaciones y cofradías devocionales que habían existido hasta el momento. Desde esta renovación debemos entender las reflexiones de aquel joven arzobispo albaceteño de Almansa que se hizo maduro entre los vallisoletanos: me refiero a José Delicado Baeza. Como indica José Ramón Peláez, cuando llegó en 1975 a Valladolid fue consciente del vínculo que existía entre la archidiócesis con el Corazón de Jesús pero también de la gran transformación social que se había iniciado, con un cambio de época en la que había que pasar de una “fe sociológica a una fe personalizada”. Así lo plasmó en su libro “El Corazón de Jesús de Nazaret” (1978), reeditado en 2023.

Recogiendo sugerencias de prelados como el cardenal Marcelo González o del jesuita Luis María Mendizábal, Delicado Baeza adquiría para la diócesis el antiguo colegio de la Compañía de Jesús de San Ambrosio convertido en 1771 en seminario de escoceses, después de que estos hubiesen abandonado Valladolid camino de Salamanca en 1988. Fueron los primeros pasos, duros pero prometedores, del Centro de Espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús junto al Santuario Nacional pero todavía no unido físicamente a él. Dispuso del trabajo de un sacerdote extremeño de la archidiócesis de Toledo, Francisco Cerro Chaves, hombre de profunda pastoral en los caminos de la Iglesia en Valladolid. Fue inaugurado un 28 de septiembre de 1994. Desde allí la expansión de la devoción y de la espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús explosionó en nuevos caminos con una trayectoria cargada de trabajo por sus sucesivos directores. En 2015, se llevó a cabo la unificación del Centro Diocesano de Espiritualidad con la Basílica de la Gran Promesa. Una casa para cada día.

Pocos se acordaban de aquel joven de Torrelobatón. Quizás el auténtico milagro del padre Hoyos fue reaparecer en la vida de los católicos vallisoletanos, mucho más allá de los antiguos himnos que lo mencionaban. La Santa Sede aprobó el milagro, realizado por su intercesión en 1936 en la persona de Mercedes Cabezas, lo que permitió la sanción pontificia para que el jesuita Bernardo Francisco de Hoyos se convirtiese en beato y, con las últimas disposiciones desarrolladas por Benedicto XVI, beatificarlo en Valladolid, lugar donde había muerto en el mismo año en que se ordenó en 1735. Poco antes había predicado en el espacio del Campo Grande y aquel fue el lugar escogido para la celebración de la primera beatificación en la historia de Valladolid, a lo largo de toda la Acera de Recoletos. El día anterior había entrado el nuevo arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, procedente de la diócesis de Bilbao. Fue una página eclesial solemne, un 18 de abril de 2010. Esa misma tarde el nuevo prelado visitaba, en compañía de muchos vallisoletanos, la Basílica de la Gran Promesa, inauguraba un altar dedicado al beato y continuaba ese nuevo tiempo junto a la casa de cada día, alimentada con formación y conocimiento en tantas Semanas del Sagrado Corazón. El Campo Grande fue un espacio para la historia.

Finalmente, coincidiendo con el centenario de la ubicación de la citada estatua en la Catedral, el arzobispo Luis Argüello García solicitó a la Santa Sede y recibió de la misma la concesión del Año Jubilar para esta archidiócesis entre las  solemnidades respectivas de 2023 y 2024. No se trataba de una mera rememoración, más bien de una nueva fuente de espiritualidad desde ese amor inflamado en llamas, en favor de la construcción del Reino como expuso en su Carta Pastoral. Un Año Jubilar para la Vida.