Santo Toribio de de Mogrovejo (V). La luz del fuego en Mayorga de Campos
19 julio, 2017Bienaventurados – Santos Vallisoletanos. Serie de Artículos de Javier Burrieza
Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, arzobispo de Lima, n. Mayorga (Valladolid), 1538 + Saña (Perú), 23.III.1606; b. 1679; c. 1726.
“Aunque representé a vuestra Santidad los años pasados por mis cartas y por medio de mis embajadores las muchas y justas razones que hay para suplicarle se sirva favorecer el breve y buen despacho del proceso tocante a la canonización de don Toribio Alfonso Mogrovejo […] ahora con ocasión de haber llegado persona que desde aquellas partes va a esa corte [de Roma] a la solicitud, me ha traído muy particulares y ciertas noticias de los motivos con que el pueblo de ellas desean ver honrada la memoria de aquel singular varón con demostración correspondiente a lo que merecieron sus heroicas virtudes […[ que yo y mis súbditos de aquellas remotas partes recibamos el consuelo de verle acabado en el felice pontificado de vuestra Santidad”. Con estas palabras se dirigía el rey Felipe IV en 1653 al papa Inocencio X solicitándole, como era costumbre, que considerase con celeridad la beatificación del que había sido “arzobispo de los reyes”, como le gustaba firmar a Toribio de Mogrovejo, en referencia al modo de denominar a la ciudad de Lima. Finalmente, fue beatificado por Inocencio XI en 1679 y canonizado por Benedicto XIII en 1726, antes incluso que san Pedro Regalado. Recordemos cómo entonces Mayorga no pertenecía a la diócesis de Valladolid y no existía el actual concepto provincial.
Sin embargo, para entonces su villa natal ya había edificado una ermita en su honor, desde hacía cuatro años, sobre el solar de las casas en las que había nacido en 1538. Su festividad se celebra cada 27 de septiembre, siendo recordado por sus paisanos de Mayorga a través de la llamada procesión cívica de “El Vítor”.
Era la Universidad de Salamanca la que otorgaba el “vítor” a sus doctores, como símbolo de victoria, trazándose en los muros de las casas y conventos donde éstos habitaban con letreros de colorado almagre. En ellos se expresaba el nombre y el motivo de victoria intelectual, un doctorado o una cátedra. Cuando el arzobispo, que no pudo obtener el grado de doctor en Salamanca, fue canonizado, la ciudad del Tormes organizó notables fiestas religiosas y profanas. Mayorga reclamó algunas reliquias de su cuerpo, siendo remitidas por el cabildo catedralicio de Lima, aunque aquel peroné tardó muchos años en alcanzar su horizonte de devoción. Los vecinos lo recibieron, en plena noche, con la luz del fuego ¿Fue el primer “vítor” aquel 1752? Los documentos no hablan de aquel hasta 1775, en un libro de Cuentas del archivo parroquial, aunque hasta el siglo XIX no se hablaba de la “función de la Santa Reliquia”. Para entonces ya se habían fundado desde 1733 los congregantes de Santo Toribio.
Se trata de una de las fiestas del fuego en la vieja Castilla. Un acontecimiento señalado en el calendario con la distinción fiesta de Interés Turística Nacional desde 2003. El desfile es muy peculiar, con el “Vítor”, estandarte o enseña en forma de cruz, fielmente custodiado por la familia de Ángel García Fierro. Los vecinos que participan en esta procesión, visten con ropas viejas y las cabezas cubiertas. Las antorchas son enormes varales o pértigas de los que penden los viejos pellejos utilizados para almacenar el vino, untados de brea, mezcla de sebo y aceite de pescado. El momento culminante será en la Plaza Mayor, donde junto al baile y la bebida no falta la veneración a santo Toribio y santa Rosa, en medio de fuegos de artificio y el canto del himno del santo. El punto final se alcanzará con el rezo de la Salve, en la ermita del Santo. Son altas horas de la madrugada.
En 2006, se celebró con gran brillantez el IV centenario de la muerte de este arzobispo de Lima, prestándole el entonces prelado vallisoletano, Braulio Rodríguez Plaza gran atención a través de un viaje hasta su cátedra, una carta pastoral subrayando su figura y el correspondiente jubileo. Es venerado en la capilla de la Conferencia Episcopal Española, tras la remodelación que se ha efectuado de este espacio entre agosto de 2010 y febrero de 2011, todo ello bajo la dirección del jesuita eslovaco Marko Ivan Rupnik. De esta manera, se resalta a santo Toribio en el marco de la santidad de los obispos españoles del segundo milenio, como patrono del episcopado latinoamericano, tal y como lo proclamó el papa Juan Pablo II en 1983. Permanece junto con otros dos prelados del siglo de oro español, ambos dos procedentes de la sede de Valencia: santo Tomás de Villanueva y san Juan de Ribera.