San Pedro de Regalado (y VII) Un patrono valiente y taurino: entre los toros e internet
19 julio, 2017Bienaventurados – Santos Vallisoletanos. Serie de Artículos de Javier Burrieza
San Pedro Regalado, fraile franciscano, n. Valladolid, 1390 + La Aguilera (Burgos), 30.III.1456; beatificación 1683, canonización 1746. Patrono de Valladolid desde 1747.
En el siglo XIX se celebraba un brillante novenario en honor al Santo Regalado que concluía el 13 de mayo. Los fuegos de artificio lanzados desde la supuesta casa natal fueron sustituidos en 1870 por una limosna a los pobres. Con la ausencia de los franciscanos, las demostraciones públicas de devoción se fueron reduciendo. A pesar de todo, Teófanes Egido recordó algunos momentos de excepción y de brillantez para con San Pedro Regalado. En 1865, el Ayuntamiento vallisoletano le consagraba una de las calles más céntricas de la ciudad burguesa, abierta en fechas recientes: la del Regalado.
Treinta años después, y coincidiendo con un nuevo momento de esplendor, en la casa donde se pudo producir aquel nacimiento siglos antes se situó una hornacina y una placa que recordaba el acontecimiento: “este gran santo, honra de la católica España y gloria de Valladolid. Nació aquí el año de 1390. Murió en la paz del Señor el día 30 de marzo de 1456. Sigamos su ejemplo, imitando sus virtudes”. Coincidió, en 1897, con una peregrinación de la ciudad hasta La Aguilera, lugar donde murió y se situó su sepulcro: fue el 16 de mayo. Sin duda, aquella manifestación de religiosidad fue un momento de entusiasmo de la Ciudad para con su patrono, espontáneo en su planteamiento, especialmente por la cofradía titular pero protegida por la Iglesia diocesana, sobre todo por parte del entonces recién nombrado obispo auxiliar de Valladolid, Mariano Cidad, en tiempos del arzobispo, cardenal Cascajares.
“Hoy los hijos de Valladolid —proclamaba el manifiesto redactado en aquellos momentos—, se sienten impulsados a ir al pie de su tumba, llevados en alas de la fe y sincera piedad a orar, protestar y llorar: llorar nuestros pecados y los de nuestro pueblo; protestar contra la impiedad y el desorden, la moralidad y la apostasía social; y orar por la paz de España y por el triunfo de la Iglesia, por la prosperidad y libertad del Vicario de Cristo, el sapientísimo León XIII y por la felicidad del pueblo vallisoletano”.
Sin duda eran tiempos difíciles por la situación política española, en plena guerra colonial con Estados Unidos, disputándose la isla de Cuba. Así lo proclamaba el himno de la peregrinación: “¡Oh tú que a La Aguilera / te vas con raudo vuelo, / cual se dirige al cielo / el águila real. / Ven a salvar España / que hoy gime en dura guerra / y ayer mandó en la tierra / cual águila imperial!” Veintidós fueron los vagones de tren que transportaron a los vallisoletanos, después de que se hubiese celebrado una misa a las tres y media de la madrugada en la iglesia del Salvador. Un total de seiscientos hombres, pues no pudieron ir mujeres, se pusieron rumbo a la tumba del Regalado dos horas después. En tres llegaba el tren a Aranda de Duero, siguiendo aquella línea ferroviaria de Valladolid-Ariza. La comitiva regresaba aquella misma tarde, culminando la expedición con el descubrimiento de la citada placa en la casa natal.
Cuando el arzobispo Gandásegui reorganizaba la vida religiosa de la ciudad, también le tocó el turno a la devoción del Santo Regalado y a su propia cofradía. En 1928-1929 se celebró una procesión propia. Lo relataba el Boletín Oficial del Arzobispado y la prensa vallisoletana. Aquella “semilla”, como decía el cronista, no creció demasiado. La República y la limitación que el nuevo régimen realizó ante las manifestaciones de religiosidad popular, impidieron su consolidación. Después de la Guerra la fiesta se redujo a la parroquia del Salvador, con asistencia de la Corporación municipal desde 1943, además de la organización por parte del Ayuntamiento de un programa de festejos populares. Pronto, el patronato del Regalado se extendió a los toreros haciendo referencia al milagro, tan difundido, del temple del fraile franciscano ante un toro bravo escapado desde Valladolid. Nos lo relata Lourdes Amigo cuando, en octubre de 1951, el Grupo Taurino del Sindicato Nacional del Espectáculo acordó proponerle como patrono a la Asesoría Eclesiástica Nacional de Sindicatos, aprobado por el obispo de León y asesor eclesiástico sindical. Resultó fundamental el apoyo que a su candidatura presentó el Secretario Nacional del Sindicato del Espectáculo, el vallisoletano Enrique Revuelta: toda una “cacicada sagrada”. En julio de 1952, este Ayuntamiento instauraba el Trofeo de San Pedro Regalado, de gran prestigio en el mundo de la tauromaquia. Después, la ubicuidad le acercaba la posibilidad de ser nombrado patrono de internet y de los internautas, ante la posibilidad de estar en varios sitios al mismo tiempo. Ganó, por decisión vaticana, el beato Santiago Alberione, fundador del movimiento de comunicación religioso de la familia Paulina. Compitió también con san Isidoro de Sevilla, convertida su obra en todo un “google” medieval. A fray Pedro Regalado no solamente le cabía el “mérito” de haber conquistado la sanción canónica del exigente papa Benedicto XIV, sino muy especialmente el de haber alcanzado la gloria en la ciudad que le vio nacer, tarea que tampoco resultó fácil.