San Mateo Alonso de Leciniana. Padre Dâu misionero “resistente” (y III)
19 julio, 2017Bienaventurados – Santos Vallisoletanos. Serie de Artículos de Javier Burrieza
Fraile dominico, n. Nava del Rey (Valladolid), XI.1702 + mártir, Tonkin (Vietnam), 22.I.1745; b. 20.V.1906; c. 19.VI.1988. Patrono por aclamación de la ciudad de Nava del Rey.
Fray Mateo Alonso de Leciniana tuvo su centro de acción misionera a unos ochenta kilómetros al suroeste de Hanoi, en Luc-Thuy, actual territorio de Vietnam, donde de forma muy inmediata sufrirán los cristianos persecuciones. Disponía de una residencia conocida como “Casa de Dios”, una “central misionera” como la denomina Luis García Aguado, instituida a finales del siglo XVII. Los indígenas iban a conocer al dominico navarrés como Padre Dâu, que quería decir “resistente”. Consideraba fray Juan de Navamuel que el número de cristianos con los que contaba fray Mateo en este su territorio eran más de diez mil, en las fechas anteriores a su muerte, pudiéndose ampliar a los treinta y cinco mil en un círculo más amplio: “trabajaba incansablemente, los días y las noches con muchísimo fruto, sin acobardarse ni retraerse de su ministerio. Anduvo por los ríos, montes y caminos recónditos, huyendo de los espías que andaban en su seguimiento; vivió seis meses en barcos, ya de mercaderes, ya de pescadores”. Intentaba animar a sus colaboradores, los catequistas, para resistir las circunstancias más complicadas, aunque se sentía también muy solo: “si por miedo a que me apresen voy a desistir de mi ministerio —indicaba el dominico— ¿qué os parece que he venido a hacer a vuestra tierra?”.
En la correspondencia de los últimos días —en 1744— narraba los escasos efectivos con los que contaba. Entre ellos, un dominico riosecano, fray Luis de Espinosa, que había pasado por el convento de San Pablo de Valladolid.
Su trabajado discurría entre prolongadas celebraciones litúrgicas, vigilias nocturnas, largas horas de oración, bautizo de párvulos, catequesis de adultos, predicación a los que no eran cristianos, atención sacramental a los enfermos entre los que se hallaban los apestados. Y así fue la vida del Padre Dâu, entre enero de 1732 y noviembre de 1743. En la correspondencia de los últimos días —en 1744— narraba los escasos efectivos con los que contaba. Entre ellos, un dominico riosecano, fray Luis de Espinosa, que había pasado por el convento de San Pablo de Valladolid. Las persecuciones fueron constantes, con ejecución de jesuitas y el apresamiento de su compañero fray Francisco Gil de Federich. Pronto, esa cárcel también iba a ser para él, con un proceso de juicio, sentencias y torturas muy prolongadas. Leciñana narraba su llegada a la Corte, con el aspecto de los malechores, “con la canga al pescuezo”, destinado al tribunal regio. Su primer destino parecía el destierro pero al final llegó la sentencia capital, la degollación. Entre medias la cárcel, muy peculiar por los movimientos de los misioneros, siempre que hubiese dinero para los carceleros, pudiendo continuar con sus trabajos pastorales. La ejecución de ambos compañeros —fray Francisco Gil y Leciñana— se produjo el 22 de enero de 1745. Ambos clavaron la mirada en las cruces improvisadas que tenían en sus manos, hasta que actuó la catana, ante muchos cristianos que les acompañaban.
Sus restos fueron recuperados de manera inmediata, las actas de martirio publicadas en Roma en tiempos de Benedicto XIV. La noticia llegó a Castilla cuando el cura de Nava situó la nota marginal en su partida de bautismo o el de Tordesillas realizó una improvisada recopilación de su vida para dejar “mimoria” de su santidad. Incluso, su primo sacerdote José Alonso de San Miguel, capellán de “las Claras” de Tordesillas, entregaba a los frailes dominicos de la villa del Tratado, en su testamento en 1756, un retrato que había mandado hacer de su familiar. La beatificación tuvo lugar en 1906 junto con siete compañeros mártires de “Tunquin” de los siglos XVIII y XIX, mientras que la canonización se produjo el 19 de junio de 1988, dentro de un grupo de ciento diecisiete mártires del Vietnam. La Corporación municipal de Nava del Rey realizó los trámites para su nombramiento como patrono, en cuya iglesia se puede dar culto a su imagen, se conserva el relicario de su clavícula y, sobre todo, la pila bautismal donde fueron bautizados tanto Alonso de Leciñana como el querido hermano Antonio Alonso Bermejo. Y es que, para la santidad, no existen límites.