SAN FRANCISCO FERNÁNDEZ CAPILLAS MISIONERO DESDE LA CANTERA DE SAN PABLO DE VALLADOLID
2 agosto, 2017Bienaventurados – Los santos que moraron en Valladolid. Serie de Artículos de Javier Burrieza
Francisco Fernández Capillas nació el 15 agosto de 1607 en Baquerín de Campos (Palencia). Fraile dominico en el convento de San Pablo de Valladolid, marchó hacia las misiones del Extremo Oriente en 1631. Permaneció en Manila hasta que pudo entrar en China, donde trabajo apostólicamente, fue encarcelado y martirizado en Fujián, el 5 de enero de 1648. Beatificado por san Pío X en 1909, fue canonizado en compañía de otros ciento veinte compañeros misioneros de China por san Juan Pablo II en el año 2000. La reliquia principal de su cabeza se conserva en el convento de San Pablo de Valladolid.
Nació Francisco Fernández Capillas, en la localidad palentina de Baquerín de Campos en agosto de 1607, en una familia de labradores, siendo el menor de los cinco hermanos. Estudiando en Palencia, allí conoció a los dominicos, entre los que descubrió su vocación. Finalmente, no entró en el convento de San Pablo de Palencia sino en su casa homónima de Valladolid. Se convirtió en fraile dominico y continuó su formación. En el horizonte de estos religiosos se encontraba el deseo de evangelización en tierras muy lejanas, no solo hacia América sino también hacia los países del Extremo Oriente aunque por entonces la Monarquía Hispánica se encontraba en el culmen de su expansión territorial, cuando todavía los territorios de ultramar de España y Portugal se encontraban unidos bajo la corona de Felipe III y Felipe IV. No es menos cierto que en Europa se había iniciado un conflicto que tuvo una connotación casi mundial. Frente a los Habsburgos unidos de Viena y Madrid se encontraba Francia, Inglaterra, Provincias Unidas o Suecia. Todo ello se iba a trasladar a territorios mucho más lejanos con la acción de los holandeses en Japón.
Su vinculación a Valladolid no se ha reducido a su entrada en el claustro del convento de San Pablo. Allí hoy se conserva la reliquia principal de su cabeza.
Francisco Fernández, siendo diácono en 1631, conformó grupo con treinta frailes jóvenes de la Orden de Predicadores. El camino no podía ser otro que la ruta hacia México, la primera etapa del viaje. Desde allí tenían que continuar hacia Manila. Así lo habían hecho distintas órdenes religiosas. Y tardarán un año en culminar esta trayectoria, con toda una lista de padecimientos. En Manila, territorio de Filipinas, recibió Francisco Fernández la ordenación sacerdotal. Contaba con veinticinco años. En ese ámbito territorial continuó sus trabajos pastorales y misioneros que se prolongaron por espacio de nueve años. Esperaba a que fuese enviado a China. Realizó escala en Formosa, donde habría de permanecer hasta que los cristianos chinos facilitasen su entrada en Fujián. Era 1642. Vivía en un ambiente de persecución hacia los cristianos mientras desarrollaba la acción evangelizadora: “es Dios nuestro Señor el que aquí me ha traído”. Además, su salud se deterioraba con las fiebres cuartanas y privaciones en lo cotidiano. Su misión, eso sí, continuaba: “no bastan trazas humanas para sacarme de aquí hasta que se llegue la hora en que tiene determinado nuestro Señor Jesucristo sacarme”. Hacia él existía fama de misionero y los cristianos ya lo identificaban como “santo Capillas”.
Francisco Fernández será detenido mientras regresaba a su refugio. Venía de atender a los enfermos. En ese ámbito hostil será juzgado y condenado en su condición de cristiano y de misionero. Con todo, permaneció en la cárcel por espacio de dos meses: “hace que rueguen por mí todos para que me dé Dios nuestro Señor valor, si acaso se ofrece el volver a padecer por él mayores tormentos de los padecidos y glorificarlo por la muerte, que para todo estoy dispuesto en la voluntad de nuestro Señor”. Fue el 5 de enero de 1648 cuando se dio cumplimiento de la sentencia siendo degollado. El reconocimiento de la santidad de estos misioneros, se produjo en muchos casos durante los siglos XIX y XX, cuando la Iglesia estaba rescatando su retrato como Iglesia misionera. Por eso, con los papas Pío IX, León XIII, Pío X, Benedicto XV o Pío XI, no fue extraña la subida a los altares de estos misioneros que, además en su gran mayoría, habían sido mártires. En este caso fue el papa de las primeras comuniones, Pío X, el que beatificó en 1909 al dominico fray Francisco Fernández Capillas. Lo canonizó san Juan Pablo II en el año del Jubileo del Tercer Milenio, en compañía de ciento veinte mártires de China. Lo acompañaban en Roma muchos de sus paisanos del pueblo. En el solar de su casa fue edificada en 1955 una ermita gracias a la ayuda desinteresada del matrimonio formado por Antonio Velasco y Flora Jubete. Su vinculación a Valladolid no se ha reducido a su entrada en el claustro, a su formación en el convento de San Pablo. En el mismo, después de haber regresado los dominicos, tras la desamortización, a la que era su antigua casa, hoy se conserva la reliquia principal de su cabeza.