2.febrero.2019__ Convocada por el Arzobispado de Valladolid, y organizada por la Delegación diocesana de Familia y Vida con la Asociación Evangelium Vitae, tuvo lugar la Presentación de los niños a Nuestra Señora de San Lorenzo, la Patrona de la ciudad, en la Fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero. Fue un acto entrañable, en el que una multitud de niños fueron bendecidos y puestos bajo el manto protector de la Virgen. Tras la bendición individual, durante la cual los niños recibían regalos de la Organización y de la parroquia, los pequeños subieron a besarle el manto a Nuestra Señora en su camarín, en compañía de sus padres o abuelos, y allí eran acogidos por el párroco.
En la Homilía, D. Heliodoro Ruiz, Consiliario episcopal de Familia y Vida, refirió el sentido de la Fiesta: la presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén por María y José “para dar gracias por el don de la vida”. Allí estaban – dijo – Simeón y Ana, que “reconocen en ese recién nacido al Hijo de Dios, y su misión de ser luz que disipa las tinieblas de las personas”. Se dirigió, así, a los padres: “Venís a presentar a vuestros hijos para dar a Dios gracias por el don de la vida. Son un don del Señor, un tesoro. El Señor ve que su existencia es buena, incluso para este mundo. Descubrid esa bendición del Señor. Les exhortó a continuar con la tradición de dar a conocer a sus hijos, “la palabra de Dios”, a “orar juntos” con sus niños, y “no sólo de memoria”. Les indicó que todo eso “quedará grabado para siempre en el corazón”. Afirmó que la colaboración de los padres con Dios en la tarea educativa, es “ la misión más importante”.
En la monición de entrada, una mujer expresó: “El Padre nos confía a nuestros hijos, en quienes pensó, con gran amor, desde “antes de la creación del mundo”, para que crezcan cerca de Él, conociendo su amor. Como nos recordó el Papa Benedicto XVI, “cada uno de nosotros es fruto de un pensamiento de Dios y somos amados por Él”. En las Preces, se pidió “que se respete la vida e inocencia de los niños; que reciban los cuidados que necesitan para su desarrollo físico, psíquico, espiritual y social, y se les dé una educación positiva que les lleve a valorar lo bello, lo bueno y lo verdadero”.
En las ofrendas, un matrimonio presentó a sus tres niños y un ramo de flores, como “símbolo de la belleza de la vida”.
Antes de la bendición individual, un matrimonio con muchos niños, desde el altar, suplicó, así, a la Virgen: “ayúdanos a educarlos cristianamente, dándoles buen ejemplo y una educación que haga, de ellos, personas seguras y útiles a la sociedad”.
Al bajar del camarín de la Virgen, los pequeños volvieron a recibir obsequios.
A la salida, los padres expresaron su admiración por este evento “precioso”, “bonito”, y su contento por los detalles de generosidad con sus hijos.