Pedro Ruiz de los Paños (I)
Fuente de vocaciones sacerdotales
28 junio, 2017
Bienaventurados – Los santos que moraron en Valladolid. Serie de Artículos de Javier Burrieza
Miembro de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Sagrado Corazón de Jesús, nacido en Mora (Toledo) el 18 septiembre 1881, ordenado sacerdote en 1905, formador en distintos seminarios, rector del de Plasencia y del Colegio Español de San José de Roma. Director General de la mencionada Hermandad de Operarios. Fundador de las Discípulas de Jesús, labor que no pudo culminar por su martirio en Toledo el 23 de julio de 1936. Don Pedro fue beatificado por Juan Pablo II en 1º octubre 1995. Sus restos descansan en el Colegio Juan XXIII de Valladolid, Casa General de las Discípulas de Jesús.
“En Plasencia, el día 18 de agosto de 1931, a las tres de la tarde, rezando maitines en el Colegio de Vocaciones, se me ofreció la idea de las Discípulas de Jesús, en pocos momentos”. Con la precisión de las cosas importantes, el sacerdote operario Pedro Ruiz de los Paños apuntaba en qué momento nació en él la idea de fundar un Instituto religioso de vida apostólica del que se cumplen en este 2017 setenta y cinco años de vida. Sucedió, y por eso nos interesa recordarlo en Valladolid, aunque no lo puedo culminar él. Ya lo habían subrayado las carmelitas que habían contemplado el nacimiento de este proyecto en el carisma de don Pedro: “aquella tarde, nos habló de la posibilidad de que no fuese él quien lo llevase a cabo; pero con la certeza de que Dios lo haría”. Efectivamente, don Pedro fue asesinado en el Toledo de los primeros días de la guerra civil. Aquellas fechas eran las señaladas para que las discípulas de Jesús acudiesen a la Ciudad Imperial para comenzar con la vida del nuevo Instituto el 20 de julio de 1936. Sin embargo, dos días antes se iniciaba la tragedia.
Nacido en la localidad toledana de Mora, Pedro Ruiz de los Paños y Ángel residió pronto en Orgaz donde nació su vocación sacerdotal, no olvidando la ayuda de su párroco. Entró en el seminario de Toledo como interno —tenía trece años recién cumplidos—. Destacó pronto por sus dotes intelectuales, considerado por algunos como el alumno más completo que habían tenido. Se consagró en 1904 en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesano que había fundado Manuel Domingo y Sol. Todavía no era sacerdote, pues va a ser ordenado en abril de 1905. Inmediatamente, pasó como formador por los seminarios de Málaga, Jaén, Badajoz y, por su salud delicada, como administrador del propio de Sevilla. Las pláticas que dirigía a los alumnos teólogos se reunieron después en un libro titulado “El estado sacerdotal. Sus excelencias y ventajas”. Estableció la “Obra del Fomento de Vocaciones”, desde la cual se van a sufragar las pensiones completas de ciento cuatro seminaristas. Finalmente, en 1917 fue nombrado rector del seminario de Plasencia, donde actuó con plenitud. Desde allí publicaba la “Hoja Vocacional Fomento de Vocaciones”, después extendida al conjunto de las diócesis españolas, continuando con títulos prácticos para la formación de los sacerdotes, algunos rápidamente agotados: “Las vacaciones del seminarista”, “La perseverancia del seminarista”, “El seminarista santo”. Diez años más tarde fue nombrado Rector del Pontificio Colegio Español de San José de Roma, consiguiendo lo que venía alcanzando en otros muchos lugares: elevación del nivel formativo de cada una de las casas por las que pasaba. En Roma, no cambió la estrategia que venía continuando en los años anteriores en Plasencia y que tan buenos resultados le había ocasionado.
El sacerdote Pedro Ruiz de los Paños concibió la idea de las Discípulas de Jesús, las quiso fundar en vísperas de su martirio en 1936 pero su proyecto se estableció en Valladolid en 1942.
En julio de 1933 fue elegido Director General de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Estableció lo que llamaba “Laus perennis”, la adoración perpetua al Santísimo Sacramento por parte de algún operario a lo largo del día. Pensó de gran utilidad la celebración de la llamada Semana pro Seminario, a partir de noviembre de 1935 en Toledo. Continuaba escribiendo, publicando y hasta pensando cómo culminar aquella inspiración que había tenido en Plasencia en 1931: la promoción de las vocaciones sacerdotales desde mujeres consagradas. Durante este tiempo como director general, y dado que los operarios se encontraban en Valladolid, don Pedro visitó esta ciudad y sus obras. Así lo confirmó el futuro cardenal primado Marcelo González.
Cuando Pedro Ruiz de los Paños pensó en las discípulas de Jesús, quería infundir en ellas un espíritu sacerdotal. Ya había alquilado una casa en Toledo y el día fijado para el inicio del Instituto iba a ser el 20 de julio de 1936. La realidad nacional trastocó todo. Las “discípulas” no pudieron acudir y la persecución condujo al asesinato de Pedro Ruiz de los Paños el 23 de julio, en compañía del también operario José Sala Picó, en el paseo del Tránsito de la Ciudad Imperial. Tenía 54 años cuando se convirtió en el mártir que había anhelado querer ser.