“Mira lo que sucede”

“Mira lo que sucede”

“Mira lo que sucede”

24 agosto, 2019

Yo sabía que Peguerinos era un bien para mis hijos y sobrinos y decidí ir.

No tenía ninguna duda pero sí muchos temores, porque el año pasado había sufrido mucho en una marcha con Santi y me daba pavor volver a hacer una parecida.

Cuando llegué y pude saludarle me tranquilicé porque me aseguró que este año sería todo más sencillo.

Cristo se ha hecho presente, por las mañanas, cuando me levantaba legañosa y podía compartir con otros al aire libre la oración de laudes como primer gesto. Me permitía poner la mirada de agradecimiento en todo lo bello que miraba: las montañas, el cielo, los árboles, incluso alguna vaca.

Cristo se hace presente en los testimonios, especialmente admirable el testimonio de los hijos de Inacia, Lorenzo y Carlota. ¡Qué suerte reconocer que en medio de la soledad solo Dios te puede llenar el corazón!

También quiero resaltar el cariño infinito con el que Lolo contestó a Alba al reconocer su soledad:

-“Alba, tu corazón está bien hecho. Mira lo que sucede”.

Miraba lo que sucedía cuando nos arrancábamos a cantar con Maritere a la cabeza y Antonio a la guitarra. ¡Cristo se hace presente!

Miraba lo que sucedía cuando hablaba con Toñi y me daba testimonio de su vida con una esperanza siempre puesta en el Señor en cada una de las dificultades que ha tenido en su caminar.

Miraba lo que sucedía en los aplausos grandes y algarabías a las cocineras que nos han servido, especialmente Lola, que tenía un pie vendado y que en cuanto podía la veía descansar con la pierna en alto; y en el resto que amablemente se ocupaba de las alergias y variadas especialidades de todos los campistas.

Miraba lo que sucedía en el gesto de la confesión de tantos chicos y su encuentro con el perdón de Cristo.

Miraba lo que sucedía en las conversaciones con los sacerdotes y su simpatía y humanidad.

Miraba lo que sucedía en las misas al aire libre como un momento de tomar gasolina para el día siguiente.

Miraba lo que sucedía en los momentos con mis niños en los que veía que aunque al principio no les apetecía hablar de lo que sucede poco a poco iban reconociendo que encontraban a Jesús en esas amistades tan especiales.

Miraba lo que sucedía en las reuniones con los adultos al final del día, cuando algunos exponían su corazón y daban su testimonio. Como punto de inflexión, la reunión de los adultos con Berna, que para mí fue determinante tras la indicación de que nosotros también teníamos que vivir nuestro propio Peguerinos.

Miraba lo que sucedía cuando Jorge, el cocinero, se paseaba por las mesas y con su mirada parecía adivinar el gozo que nos producía las comidas que preparaba.

Miraba lo que sucedía en el trato de José Manuel, el médico, con la infinidad de personas que hemos pasado a que nos atendiera.

Miraba lo que sucedía en Santiago que con una agilidad envidiable subía la escalera y cada noche se ocupaba de cerrar la carpa.

Miraba lo que sucedía en Alejandra que estaba pendiente de los gestos más difíciles, a veces, como invitarnos a finalizar la piscina.

Miraba lo que sucedía en Alba que cantaba e interpretaba y nos divertía maravillosamente sin ninguna vergüenza.

Miraba lo que sucedía en las cacereñas Irene y Miriam,   que han acompañado a los niños de Valladolid con infinito cariño y paciencia.

Miraba lo que sucedía en las conversaciones en el comedor con adultos que me mostraron la experiencia de familias para la acogida o de otros campamentos como experiencia de bien y ayuda.

Miraba lo que sucedía en el Padre Jesús que se arrancó a bailar y a seguir nuestras indicaciones y disfrutar sin ninguna duda en la velada fin de fiesta que preparamos.

Miraba lo que sucedía en la agilidad y coordinación de muchos hoy desmontando la carpa y atendiendo sin más a las indicaciones de los que sabían como Julia, Pilar, Santiago y otros.

Miraba lo que sucedía cuando llegamos a casa y antes de despedirnos cantamos y palmeamos “When the Saints go marching in” y “Rock me, Mamma” con una alegría de haber vivido cosas Grandes y quizás  algunos sabíamos que era Dios el que nos llenaba de esta plenitud.

 

MARIA MARTIN H.