Justo en el tiempo en que termina el primer trimestre del curso escolar, los profesores de religión, junto a nuestro arzobispo, comenzamos otro tiempo importantísimo, el nuevo año litúrgico con el Adviento, y lo hicimos en el marco de la celebración eucarística, ayer, primer día del mes de diciembre, en la que don Luis renovó el envío que materializa el sentido de nuestra presencia en una institución pública como es la escuela, lugar en el que establecer un “coloquio con nuestros conciudadanos” para ofrecer los dones que recibimos de Dios.
La escuela es asimismo, apostilló don Luis, un lugar en el que “ensanchar las dimensiones de la razón posibilitando que nuestros alumnos perciban destellos del esplendor de la verdad, la belleza, el bien” que desde nuestro currículo de religión y moral católica identificamos en Jesucristo, el Hijo de Dios, el Dios encarnado que celebramos en Navidad.
Los profesores de religión nos vemos varias veces durante el mes en momentos de formación, para comentar cómo vivimos nuestra labor en la escuela y ayudarnos en las dificultades. Sin embargo, la celebración eucarística invita a vivir nuestros tiempos en otras dimensiones, la del reposo en Dios que en el altar se nos ofrece en alimento vital; la del encuentro entre nosotros sin las prisas o complejidades laborales; la del encuentro con nuestro Pastor como signo de comunión con toda la Iglesia diocesana.
Somos profesionales de la enseñanza, pero también misioneros en la escuela; queremos ser buenas personas, pero también queremos ser santos por lo que necesitamos ese acompañamiento espiritual que nos haga crecer en la medida de Cristo.
Julia Gutiérrez Lerones,
Delegada de enseñanza