La Iglesia se une para rezar por los consagrados contemplativos en la Jornada Pro Orantibus
23 mayo, 2024La Iglesia celebra el domingo 26 de mayo, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada Pro Orantibus, que este año lleva por lema, “Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: ¡Hágase tu voluntad!”. En nuestra diócesis, CONFER Diocesana de Valladolid nos invita a participar de la Oración de Vísperas, a las 18:00h, en el Monasterio de la Concepción, ubicado en la calle de San Ignacio.
Un año más oramos por quienes continuamente lo hacen por nosotros: las personas consagradas contemplativas. Es el momento de agradecer a Dios esta forma de consagración tan necesaria para la Iglesia y reiteramos nuestra estima y compromiso para conocer mejor la vocación contemplativa, de aquellos que lo han dejado todo para contemplar al Señor.
Según Julio Alberto de Pablos, delegado de Vida Contemplativa en nuestra diócesis, este sector pasa por una “inquietud esperanzadora” ante la situación por la que pasan actualmente las vocaciones. La vida contemplativa es consciente de que “el Señor sigue enviando a su Iglesia, almas que contemplen su rostro para comunicar al mundo la presencia de Dios en medio de esta humanidad”. Para De Pablos es importante no perder nunca la esperanza y mantener la oración constante para que el Señor “haga fructificar a nuestros monasterios y conceda abundantes vocaciones” en este “tan necesario pulmón eclesial” que es la vida orante. Asimismo, insiste en que el futuro de nuestros contemplativos “está en manos de Dios”. La Iglesia “confía” en que nunca falten “estos instrumentos tan necesarios” que “interceden, oran y suplican” por todos nosotros.
Los consagrados contemplativos son en el corazón de la Iglesia. Y en la Archidiócesis de Valladolid tenemos la inmensa suerte de contar con 23 monasterios femeninos que congregan alrededor de 300 religiosas contemplativas.
“Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: ¡Hágase tu voluntad!”, lema de este año
Respecto al lema de este año, los obispos resaltan que también podría decirse desde la perspectiva inversa: «Haciendo tu voluntad aprendemos a contemplar tu rostro». Se trata, explican, “de un movimiento con cadencia de ida y vuelta que, justamente porque apela a los dos polos de la experiencia (el receptivo y el activo, el don y la respuesta), hace crecer la fe hacia cotas cada vez más intensas de relación con Dios y oblación fraterna”. Lo que el Señor espera de nosotros y del mundo, matizan, “nos interpela vivamente cuando contemplamos su santa faz, así como su imagen llagada y resucitada nos asalta en la realidad concreta cada vez que intentamos obrar según su voluntad”.
Al mirarnos en el rostro de Cristo, “como la vida contemplativa hace y nos invita a hacer, dejamos por un momento de considerar nuestro propio interés para acoger el querer del Padre. Y el querer del Padre no es, sino que el hombre viva conforme a la gloria del rostro de su Hijo”.
Por eso, los obispos concluyen su mensaje con una invitación a entrar “en el misterio a través de la contemplación obediente o de la obediencia contemplativa”. Y hagámoslo de la mano de «los que rezan», tantos hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos y a lo ancho del mundo, han entregado su vida a esta vocación orante de entrega radical. En su existencia transfigurada a la luz del Resucitado hallamos —hoy y siempre— un motivo esperanzado de acción de gracias y un vivo aguijón que nos espolea hacia una obediencia cada vez mayor en la propia vivencia de la fe”.
¿Cuál es el mensaje de los obispos?
Los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada recuerdan que, un año más, la celebración litúrgica de la solemnidad de la Santísima Trinidad “nos ofrece la ocasión de recordar con gratitud en nuestra oración a aquellos que se han consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno. Ellos y ellas son «los que rezan»”.
Y son los que rezan, explican, porque han hecho de la actitud orante —que es inherente a la fe, pero se modula de distintos modos según los carismas— regla y medida de todas las cosas: las internas y las externas, las personales y las comunes, las decisivas y las pasajeras, las del corazón y las del mundo”.
Atravesar los muros de un monasterio permite comprobar que allí la realidad se rige por una ley que “surge de las entrañas del Evangelio. Contemplar para asentir a la verdad y la bondad y la belleza del Dios que se revela a cada instante”.
Las dos María, iconos perennes para los consagrados contemplativos
Los obispos señalan como iconos perennes para los consagrados contemplativos a las dos Marías, la hermana de Betania y la madre del Señor. Las dos están “cerca del Señor en toda circunstancia, incluso allí donde imperan las tinieblas del dolor y el sinsentido: en la tumba del hermano muerto o en la cruz del hijo agonizante”.
Ambas “representan ejemplos eximios de la vocación contemplativa en la Iglesia” por en ellas “se cumple esa peregrinación interior por la que la visión humilde del Señor en todo tiempo y lugar termina traduciéndose en una senda esforzada de discipulado”.
Y en su historia, “conocemos la verdad profunda del seguimiento del Señor para todos, pues comprendemos que quien pone sus ojos en Cristo con serenidad y sinceridad no puede dejar de mirar lo que él mira y de caminar por donde él camina. Una mirada y un camino cuyo horizonte último es el Padre, que sale siempre al encuentro de los hombres —tantas veces heridos y perdidos— para que entremos en su voluntad”.