28.diciembre.2019__
Un año más, la diócesis de Valladolid celebró la Fiesta de la Sagrada Familia en la catedral, abarrotada de fieles. Tuvo lugar el 28 de diciembre y fue organizada por la Delegación diocesana de Familia y Vida. El lema de este año: “La Familia, escuela y camino de santidad”.
La Santa Misa estuvo presidida por nuestro Pastor, Cardenal- Arzobispo D. Ricardo Blázquez, y concelebrada por su Obispo Auxiliar, D. Luis Argüello; el Deán de la catedral, D. José Andrés Cabrerizo; don Heliodoro Ruiz, Consiliario de la Delegación de Familia y Vida, y D. Julián, acompañados del Diácono D. Patricio y acólitos.
Llamó la atención un original “Belén Viviente” a los pies del altar, y el colorido de los trajes de los niños que representaban a la Sagrada Familia, angelitos y pastores. Para finalizar, la Delegación de Familia y Vida, desde el Patio de los Cipreses, ofreció, a todos, un chocolate caliente y unas pastas.
En la Monición de Entrada, una familia manifestó: “Contemplar el misterio de la Encarnación desde la visión de la Sagrada Familia es aprender a descubrir que la Familia se ha tornado en una escuela y camino de santidad. Como decía el Papa Francisco, la santidad no nos hace menos humanos, porque es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de la gracia”.
Don Ricardo inició su Homilía con alusión a los Santos Inocentes: “Hoy celebramos la Fiesta de los Santos Inocentes, de los mártires, porque Herodes quiso asegurarse de que matando a los niños en aquellos alrededores eliminaría a quien pensaba que venía a arrebatarle el reino. Murieron, ya, por el nombre del Señor”. De paso, mencionó la Jornada de la Paz, el 1 de enero, iniciativa del Papa San Pablo VI. Instó a la práctica de las virtudes que se vivían en el hogar de María y José, y dijo que ese hogar “es una escuela de virtudes domésticas en la que todos estamos concernidos: esposos, padres, hijos, hermanos”. Recordó que “al pensar en la familia de Nazaret y celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia, queremos pensar también en la familia de la Fe que de alguna forma es la Iglesia. Y la oración me invita también a pensar en otro hogar, en otra casa: también tenemos un hogar en el Cielo”.
Con mención a la carta de San Pablo a los Colosenses, 3 (“…revestíos de misericordia entrañable, bondad, humildad, comprensión …, perdonaos y sed agradecidos …), subrayó las virtudes que deben revestirnos en el hogar: “la misericordia entrañable ( a veces – dijo- “somos como cardos”); la comprensión – enfatizó que a veces nuestro juicio “a ninguno deja a salvo”; “la humildad”, pues “el amor verdadero a nadie mira por encima del hombro, que sería poner a la persona a nuestra disposición”. En particular, se centró en el perdón: “¿Y quién no ofende, quién tiene su hoja de servicio tan limpia, tan sin borrones, tan sin tacha que no tenga que pedir disculpas por nada? Como Dios nos ha perdonado en Jesucristo, también nosotros nos perdonemos unos a otros”.
Aludió al desplome de la familia, y pidió estar “en todo caso con los ojos bien abiertos a la situación social, cultural, eclesial que tenemos en torno al matrimonio y la familia”. Exhortó a que “colaboremos en la medida de nuestras fuerzas para la salud social, espiritual, cristiana de la familia”. Aseguró que “la estabilidad y la serenidad de la sociedad en buena medida dependen de la estabilidad de la familia”. Al terminar, aconsejó rogar a San José y a la Virgen que “cuiden de nuestras familias”, y al Niño Jesús que “ acompañe a los niños en su maduración, nos enseñe a todos a ser buenos hijos, buenos hermanos”.
Al final, desde el ambón, el matrimonio Delegado de F. y Vida, Ricardo y Elena, invocó, con todos, a la Sagrada Familia de Nazaret: “ …que nuestras familias sean lugares de comunión, y cenáculos de oración, auténticas escuelas del evangelio y pequeñas iglesias domésticas…”.
El coro de jóvenes, magnífico, y concluyó con el villancico “Adeste fideles”, de tanta intimidad y ternura.
Josefa Romo