La cofradía penitencial de la Sagrada Pasión, tal y como viene haciendo en las últimas décadas, ha celebrado la festividad de su patrono, San Juan Bautista, en su degollación, con una Misa solemne oficiada por el sacerdote Eugenio Jesús Oterino en la iglesia del Real Monasterio de San Quirce y Santa Julita, sede canónica de la cofradía.
Siguiendo la tradición, la ceremonia comenzó con la lectura del protocolo de agregación de la Cofradía de la Sagrada Pasión a la Archicofradía de San Juan Bautista degollado o de la Misericordia, formada por florentinos residentes en Roma, fechado el 16 de junio de 1576.
Esta relación con la institución florentina, al igual que la devoción al Precursor en su acto final de entrega a la voluntad del Padre, está estrechamente vinculada a la atención a los condenados a muerte y su posterior entierro, la más conocida de las obras de misericordia que, a lo largo de los siglos, han vivido los cofrades de esta penitencial. Además, dicha agregación hacía a la cofradía vallisoletana partícipe de una serie de indulgencias y privilegios espirituales, entre los que se incluía la liberación de un preso.
Al final de la Eucaristía se recitó la plegaria con la que la hermandad se acoge a la intercesión del Bautista.
De acuerdo con la práctica habitual, se montó para la ocasión, en el presbiterio del templo, un pequeño altar con la imagen de San Juan Bautista ya degollado que se data en 1579, obra de Andrés de Rada y policromada por Juan Díez.
De este modo la corporación desea mantener sus devociones históricas, aunque actualmente ya no organice la procesión ni las celebraciones profanas que en centurias pasadas rodeaban esta fiesta, muy popular en la sociedad vallisoletana. Asimismo desea la cofradía compartir sus actos de culto y sus tradiciones con quienes quieran acompañarla, por lo que se ha sentido, un año más, muy honrada con la presencia de distintas cofradías e instituciones de la ciudad.
Fotografías de Manuel Centeno Morillo