Imágenes de devoción, por Javier Burrieza
Valladolid, camino de devoción del Sagrado Corazón de Jesús (9)
IV CENTENARIO DEL PADRE LUIS DE LA PUENTE
Las fechas de conmemoración nos han desviado un poco de nuestra ruta. El próximo 16 de febrero se cumplen cuatrocientos años de la muerte del jesuita Luis de La Puente. Él no conoció, desde su Colegio de San Ambrosio, los tiempos fuertes de la expansión de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús pero vivió en la Compañía, los cambios y configuraciones de la espiritualidad que lo hicieron posible ¿Quién es Luis de La Puente? ¿Por qué tenemos que recordar su trayectoria desde la Iglesia de Valladolid? Este profesor, escritor de éxito, hombre de gobierno entre los jesuitas, fue maestro de la espiritualidad católica, en su tiempo como confesor y director espiritualidad muy requerido; desde su tiempo a través de sus obras impresas, con numerosas ediciones y traducciones a dISTINTAS lenguas.
Había nacido en Valladolid en 1554, en la conocida y popular Plaza del Rosarillo. Durante mucho tiempo se conservó su casa y en ella una importante placa donde recordaba este acontecimiento histórico allí sucedido. Ésta, la placa, se puede contemplar en Villagarcía de Campos. Su padre era funcionario de la Chancillería. Sus hermanos fueron frailes de la Orden de Predicadores y una hermana monja profesó en la misma familia religiosa. Sintió desde pequeño la inclinación hacia la vocación sacerdotal. Tras ser bachiller en Artes en 1572 continuó los estudios de Teología, con matrícula en la Universidad pero con asistencia al Colegio de dominicos de San Gregorio (hoy Museo Nacional de Escultura). Fue la observación de cómo ejercían los ministerios de la palabra los jesuitas Martín Gutiérrez y Francisco Suárez, maestros de estudiantes en el de San Ambrosio, los que le condujeron a iniciar su preparación como jesuita. Fue recibido en aquel importante centro vallisoletano con veinte años recién cumplidos, para iniciar el noviciado en Medina del Campo. Aunque sintió el atractivo de las misiones para territorios lejanos, sus superiores no se lo permitieron. Comenzó su itinerario por diversas casas de la Compañía en Castilla la Vieja y en el nuevo establecimiento del noviciado, en Villagarcía, siguió muy de cerca al que fue su maestro: Baltasar Álvarez, del que llegó a escribir su Vida. Fue aquel tiempo el mejor periodo que experimentó en su trayectoria como jesuita, según confirmó el propio La Puente.
Ordenado sacerdote el día de San José de 1580, se sucedieron las obediencias en San Ambrosio de Valladolid, Salamanca o León. No solo fue profesor sino que destacó en el llamado “acto heroico del confesar” como él mismo lo definía. La Puente se fue perfilando más como director espiritual y maestro de formación en tiempos difíciles en la expansión de la Compañía. Fue especialista en solucionar controversias entre escuelas teológicas –por ejemplo en la propia de la “gracia o de auxiliis” –, supo manejarse entre gentes de poder sin desviar su misión, actuó entre los seminaristas ingleses, preparó la fundación de la Orden de Santa Brígida en España y escribió sin parar. Destacaron sus “Meditaciones de los misterios de nuestra santa fe”, cuya primera edición fue en Valladolid en 1605, con ejemplares en todas las bibliotecas –como estudió Camilo Abad– hasta bien entrado el siglo del Vaticano II. Manuel Ruiz Jurado indicó que fue precursor de la “teología de la perfección” con la inclusión del estado seglar en sus diversas posibilidades.
Desde su muerte en febrero de 1624, la Compañía intentó conseguir el reconocimiento de su santidad. Había sido enterrado en el Colegio de San Ambrosio, hoy en la Basílica Santuario de la Gran Promesa, y su celda convertida en relicario-oratorio. Cuando los jesuitas fueron expulsados de España en 1767, se había incoado su proceso de beatificación y el papa Clemente XIII había declarado la heroicidad de sus virtudes. Todo ello se vio muy afectado por el propio extrañamiento de la Compañía y su extinción en la Iglesia como orden. Vale la pena que en la Cuaresma de 2024, nos acerquemos a alguna de sus obras donde también descubriremos que La Puente escribió el guión espiritual para que los escultores tallasen los pasos procesionales en Castilla.