3-2-2018__ La Fiesta de la Presentación, data de finales del siglo VI, instituida en Roma por el Papa San Gelasio I. Desde 2012, el primer sábado de febrero, el Arzobispado de Valladolid, a través de su Delegación de Familia y Vida con la colaboración de la Asociación Evangelium Vitae, presenta, a la Patrona de la ciudad, Nuestra Señora de San Lorenzo, a los niños desde recién nacidos (este año, unos padres llevaron a una niña de dos días).
Presidió la celebración, el Obispo Auxiliar, Monseñor Luis Argüello, quien pronunció una brillante homilía en la que enfatizó sobre la “condición sagrada de la vida de los hijos, que tiene su origen en Dios y debemos agradecer”; que “haber salido de las manso de Dios da un sello a la existencia”. Afirmó, entre otras cosas, que, “en este invierno demográfico se agradece la colaboración de los padres con el Creador para traer hijos y hacerlos herederos de una promesa”. A los padres, les dijo: “el Señor ha querido hacerse presente en vuestro abrazo y ofrecer un aliento, un soplo, «un alma inmortal»”; que, “si tuviéramos en la mente que los hijos vienen para ir al Cielo, aumentaría la natalidad”, y que, para ir al Cielo, se ofrece “la gracia del Bautismo”. Señaló que Dios tiene “un plan concreto para los hijos, una vocación”, que “los padres deben rezar cada día para que ese plan se cumpla”. Dirigiéndose a la Virgen, le suplicó por los niños allí presentados, para que los ponga “sobre su manto y crezcan en sabiduría y en gracia, y puedan robustecerse en el cuerpo y en el alma”.
En las Preces, una joven señora pidió que “los gobernantes promuevan leyes justas, que respeten la dignidad de la persona humana en su dualidad de varón y mujer; la libertad de los padres en la educación de sus hijos”; que éstos “reciban una educación positiva que les lleve a valorar lo bello, lo bueno y lo verdadero”; que “las madres reciban del Estado y de la sociedad, la ayuda que necesitan y la gratitud que merecen”. Tras ser bendecido cada niño por el Sr. Obispo, desfilaron con sus padres (o abuelos) al camarín de la Virgen para besarle el manto. Al bajar, todos tuvieron un regalito. Acompañó el canto del coro diocesano de niños, dirigido por el sacerdote y músico Juan Argüello, y los acordes del órgano, interpretado por Pilar Cabrera, la organista de la catedral.
Terminada la celebración, se escuchaba: “¡Qué bonito!. Maravillosa homilía!.