Exhortación ‘Querida Amazonía’: «No podemos permitir que la globalización se convierta en un nuevo tipo de colonialismo»
12 febrero, 2020Esta mañana se ha presentado en la Santa Sede, la Exhortación Apostólica Postsinodal QUERIDA AMAZONIA, del Santo Padre Francisco. Compartimos un artículo-resumen elaborado por Victoria Isabel Cardiel, corresponsal de Alfa y Omega en Roma.
«Es necesario indignarse, como se indignaba Moisés, como se indignaba Jesús, como Dios se indigna ante la injusticia. No es sano que nos habituemos al mal, no nos hace bien permitir que nos anestesien la conciencia social mientras “una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región […] pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los campesinos e indígenas”», escribe el Papa de forma muy gráfica. En la exhortación apostólica Querida Amazonia Francisco pone el acento en sus sueños para esa región de la tierra, extendida por nueve países de América Latina, de donde procede el 20 % del agua dulce y el 30 % de la flora y la fauna del planeta. Es la primera, desde el Concilio Vaticano II, que nace con un título en español y no en latín.
Francisco desbloquea cualquier prejuicio mítico sobre la naturaleza para ahondar en la necesidad de introducir la perspectiva ecológica como parte de la doctrina cristiana. «La Iglesia no puede estar menos comprometida, y está llamada a escuchar los clamores de los pueblos amazónicos para poder ejercer con transparencia su rol profético», declara. Pero incluso va más allá y mete el dedo en la llaga de los que llevaron la palabra de Dios con imposiciones y violencia: «Ya que no podemos negar que el trigo se mezcló con la cizaña y que no siempre los misioneros estuvieron del lado de los oprimidos, me avergüenzo y una vez más pido humildemente perdón, no solo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América y por los atroces crímenes que siguieron a través de toda la historia de la Amazonia».
En sus 28 páginas en su versión en español, el Pontífice hace una defensa frontal de la ecología integral e incide en que los católicos no pueden permanecer indiferentes ante la destrucción de la riqueza humana y cultural de los pueblos indígenas ni la devastación y las políticas extractivas que destruyen los bosques: «No podemos permitir que la globalización se convierta en un nuevo tipo de colonialismo». Así insta a superar las diversas mentalidades de colonización para «construir redes de solidaridad y desarrollo» que se apoyen en «alternativas de ganadería y agricultura sostenibles, de energías que no contaminen, de fuentes dignas de trabajo que no impliquen la destrucción del medioambiente y de las culturas». Al mismo tiempo, reclama que los indígenas y los más pobres opten a «una educación adaptada que desarrolle sus capacidades y los empodere» y destaca que estos objetivos dependen de «la verdadera astucia y la genuina capacidad» de los políticos. «No será para devolver a los muertos la vida que se les negó, ni siquiera para compensar a los sobrevivientes de aquellas masacres, sino al menos para ser hoy realmente humanos», insiste.
En el texto, donde abundan las citas de poetas, el Papa clama contra el antropocentrismo despótico de la modernidad que expolia la naturaleza como si fuera de su propiedad y alerta de que «en las actuales condiciones, con este modo de tratar a la Amazonia, tanta vida y tanta hermosura están tomando el rumbo del fin, aunque muchos quieran seguir creyendo que no pasa nada». Así insiste en que para lograr una «ecología sana y sustentable, capaz de transformar algo» es necesario que las personas muten su estilo de vida hacia uno «menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno».
El documento papal había suscitado expectación tanto dentro y fuera de la Iglesia católica por tratar la posibilidad de que personas respetadas y aceptadas en la comunidad de la Amazonia sean ordenadas, aunque tengan ya una familia estable para asegurar los sacramentos, aprobada por los obispos en el Sínodo de octubre del año pasado con 128 votos a favor frente a 41 en contra. Sin embargo, para el Papa la solución para el desafío de la evangelización en las comunidades más remotas y escondidas pasa por la promoción de las vocaciones indígenas, por fomentar que los misioneros vayan a la Amazonia, así como por la revisión a fondo de la estructura y el contenido «tanto de la formación inicial como de la formación permanente» de los curas, para que adquieran «las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas» basadas sobre todo en la «misericordia sacerdotal». «Esta acuciante necesidad me lleva exhortar a todos los obispos, en especial a los de América Latina, no solo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia», dice el Papa.
En el texto recoge e interpreta las consideraciones expresadas por los obispos durante el Sínodo de la Amazonia propone fomentar la «autoridad» de los laicos y la capacidad decisional de las mujeres en la Amazonia al tiempo que reconoce la urgencia de evitar que sus habitantes estén privados de los sacramentos de la Misa y el perdón «aun en las comunidades más remotas y escondidas» si bien deja claro que solo los sacerdotes pueden llevarlos a cabo.
«Una Iglesia con rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad, que conozcan las lenguas, las culturas, la experiencia espiritual y el modo de vivir en comunidad de cada lugar, al mismo tiempo que dejan espacio a la multiplicidad de dones que el Espíritu Santo siembra en todos. […] Los desafíos de la Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos», indica el Papa.
De todas formas, insiste en que los laicos «podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos», pero insiste en que «necesitan la celebración de la Eucaristía». Y hace también hincapié en que la necesidad de sacerdotes «no excluye que ordinariamente los diáconos permanentes –que deberían ser muchos más en la Amazonia–, las religiosas y los mismos laicos asuman responsabilidades importantes para el crecimiento de las comunidades y que maduren en el ejercicio de esas funciones gracias a un acompañamiento adecuado».
A este respecto, llama a poner en marcha una «espiritualidad inculturada» que no se apresure en calificar «de superstición o de paganismo» algunas expresiones religiosas que surgen espontáneamente de la vida de los pueblos de la Amazonia, ya que es posible «recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría».
El Papa reconoce que la Iglesia deberá «estimular el surgimiento de otros servicios y carismas femeninos» en la Amazonia para que las mujeres tengan «una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina». De este modo reivindica su protagonismo en la región, que debe tener «un reconocimiento público», si bien rechaza que puedan celebrar la Eucaristía porque esto supondría «clericalizarlas». Y añade: «En una Iglesia sinodal las mujeres, que de hecho desempeñan un papel central en las comunidades amazónicas, deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio».
Así, el Pontífice pide que no se reduzca la comprensión de la Iglesia a «estructuras funcionales» que llevaría a pensar que solo se le «otorgaría a las mujeres un estatus y una participación mayor en la Iglesia si se les diera acceso al orden sagrado». A su juicio esta prospectiva limita las perspectivas porque «orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable». Así recuerda que Jesucristo es quien se presenta como Esposo de la comunidad «que celebra la Eucaristía, a través de la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote» e insta a no encerrarse «en planteamientos parciales sobre el poder en la Iglesia». «El Señor quiso manifestar su poder y su amor a través de dos rostros humanos: el de su Hijo divino hecho hombre y el de una creatura que es mujer, María», destaca. De este modo, plantea que «la estructura íntima de la Iglesia» se derrumba sin las mujeres, «como se habrían caído a pedazos tantas comunidades de la Amazonia si no hubieran estado allí las mujeres, sosteniéndolas, conteniéndolas y cuidándolas». El Papa insta además a no convertir la Iglesia en una «aduana» que imponga una disciplina que «excluya y aleje a los pobres» y reconoce la necesidad de fomentar la formación de «equipos misioneros itinerantes».
El Papa puso el punto final al texto el pasado 27 de diciembre y –como es habitual en la praxis vaticana– lo envío a la Congregación para la Doctrina de la Fe para su revisión. Pero no hubo cambios sustanciales y los tiempos se dilataron para poder traducir el texto a varios idiomas.