El día 24 de marzo recibió el Papa Francisco en audiencia a los 27 Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea con motivo del 60 aniversario de la firma del Tratado de Roma. Después de las respectivas intervenciones del Presidente del Consejo de Ministros de Italia y del Presidente del Parlamento Europeo, pronunció el Papa un discurso importante. La situación actual de Europa postula que esta conmemoración sea una oportunidad especial para reflexionar sobre su pasado y futuro. Memoria y esperanza están unidos; por lo cual no se puede comprender el tiempo que vivimos sin el pasado, que no es sólo un conjunto de hechos lejanos sino savia vital que irriga el presente. Vale recordar aquí también las palabras de Antonio Machado: “Hombres de España, ni el pasado está muerto, ni está el mañana escrito”. La tarea de construir el futuro está unida también a la memoria del pasado, que debe ser escudriñado, reapropiado y purificado. El lazo indisoluble con el pasado es una fecunda posibilidad orientadora de cara al futuro.
La necesidad de investigar el pasado es actualmente vital y urgente ya que Europa está sometida a cuestionamientos profundos. Se ha hablado de “refundar” Europa; pero debemos preguntarnos: ¿Sobre qué fundamentos? El Reino Unido ha decidido democráticamente salir de la Unión Europea. ¿Por qué salir? ¿Por qué volver sobre sí mismo? En varios países los partidos políticos tradicionales han cedido el paso a formaciones nuevas. La posibilidad de una entrada multitudinaria de refugiados ha alarmado a varios Estados, generando desavenencias porque muchos temían que se ponía en peligro el estado de bienestar. El terrorismo de carácter islamista, que ha golpeado a diversos países con atentados frecuentes y terribles, ha suscitado riesgos desconocidos. ¿Cómo afrontar el futuro no sólo económicamente sino también con respeto del hombre a partir de su dignidad trascendente e inalienable que ha caracterizado secularmente a Europa? ¿Olvida Europa sus fundamentos? ¿Da la espalda a los valores que han hecho grande su historia y fecunda su irradiación en el mundo? La casa común construida sobre sólidos cimientos resiste las tempestades; en cambio, edificada sobre la arena, se arruina. No basta hallar solución a problemas técnicos y económicos; se requiere razones para vivir, para trabajar, para esperar, para convivir con los distintos y los distantes.
El Papa, después de recordar en su discurso las grandes intuiciones de los Padres fundadores de Europa, dirige su mirada al presente y al futuro. Recojo algunas indicaciones mayores del discurso papal. Todo buen proyecto mira hacia el futuro, y el futuro son los jóvenes, llamados a hacer realidad las promesas del mañana. Quien dice joven, dice futuro; quien dice joven, dice esperanza. Pero los jóvenes se sienten con mucha frecuencia privados de los medios para pronunciar su palabra, manifestar sus esperanzas y configurar laboralmente su futuro.
Fueron conscientes los Fundadores de la Unión Europea de que en los cimientos está el impulso del Cristianismo, la filosofía de Grecia, el derecho de Roma, la Ilustración con su llamada a pensar responsablemente como adultos. ¿Qué esperanza para la Europa de hoy y de mañana? Los pilares mencionados en los documentos fundacionales son los siguientes: “La centralidad del hombre, una solidaridad eficaz, la apertura al mundo, la búsqueda de la paz y el desarrollo, la apertura al futuro”. El alma Europea, “además del origen común, tiene idénticos valores cristianos y humanos, como son los de la dignidad de la persona humana, del profundo sentimiento de justicia y de libertad, de laboriosidad, de espíritu de iniciativa, de amor a la familia, de respeto a la vida, de tolerancia y de deseo de cooperación y de paz”. Estos valores seguirán teniendo plena ciudadanía en nuestro mundo multicultural, si se cultiva y continúan vivas las raíces que los han engendrado. Europa no es simplemente un espacio en el mapa del mundo; es una familia de personas y de pueblos unidos en las diferencias.
Conocer y reconocer las raíces y fundamentos de nuestra forma de vivir, madurada en la historia secular, nos libera de caer en la tentación del repliegue egoísta sobre nosotros mismos, e igualmente de la salida apresurada y enojada a causa de los grandes problemas pendientes. Caminemos en esta encrucijada unidos mirando al futuro; evitando acusaciones mutuas que no edifican sino destruyen; haciendo converger en el mismo camino los senderos de cada uno.
El Papa Juan Pablo II, cuya voz resuena también en el discurso del Papa Francisco, pronunció en Santiago de Compostela, el 9 de noviembre de 1982, unas palabras realmente antológicas. Me permito recogerlas con gratitud y también como invitación a la reflexión en la presente encrucijada. “Yo, Obispo de Rima y Pastor de la Iglesia Universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Reaviva aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual en un clima de pleno respeto a otras religiones y a las genuinas libertades”.
Si Dios no construye la casa, en vano se cansan los constructores (cf. Sal. 127, 1); si el Señor, la Piedra angular (Sal. 118, 22), es desechada por los albañiles, la edificación se cuartea y arruina. ¿Por qué hasta evitamos pronunciar el nombre de Dios? ¿Por qué con demasiada frecuencia hay un silencio denso sobre la religión?.