El Santuario Nacional de la Gran Promesa. Difícil lectura de un proyecto en una guerra y posguerra

El Santuario Nacional de la Gran Promesa. Difícil lectura de un proyecto en una guerra y posguerra

3 mayo, 2024

Imágenes de devoción, por Javier Burrieza

Valladolid, camino de devoción del Sagrado Corazón de Jesús (14)

EL SANTUARIO NACIONAL DE LA GRAN PROMESA

Difícil lectura de un proyecto en una guerra y posguerra

Esos primeros pasos del Santuario Nacional se mezclaron muy fácilmente con la extraña, controvertida y trágica situación de España en los meses de 1936. Las elecciones generales supusieron un intento de movilización de la derecha católica contra las fuerzas, mucho mejor cohesionadas, de la izquierda. Tras la victoria de esta última no fue extraño que en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús de 1936, el arzobispo Gandásegui afirmase que este Santuario Nacional era el “más alto simbólico altar de la Patria y de la Raza, cuya pronta dedicación será una piedra miliaria”. Las semanas posteriores al golpe de estado del 18 de julio fueron de desconocimiento del paradero del prelado pues se hallaba en aquellos momentos en la Clínica San Ignacio de San Sebastián. El clima bélico en el Valladolid de retaguardia, como indica el profesor Palomares Ibáñez, mezclaba conceptos: “Reinaré en España”, Sagrado Corazón, “¡Viva Cristo Rey!” o Santuario Nacional, asociado también con el nacionalcatolicismo aunque éste no nació en aquel momento pero en esos días recibía lecturas nuevas. Era el momento de la recalcada defensa del “secular patrimonio de la España católica, madre de los pueblos y fuente abundosa de civilización cristiana”. El fin primordial de este futuro Santuario Nacional, desde una situación histórica prebélica, iba a ser expiatorio, es decir “recibir el perdón de los pecados y acogerse a la misericordia del Corazón de Jesucristo”. Ese objetivo se seguirá recordando en el tiempo, en nuevas circunstancias y contextos históricos, incluso de guerra extendida por Europa: “penitencia y reparación”. Dimensión expiatoria consolidada con las distintas peregrinaciones diocesanas, nacionales e internacionales que no conocíamos al principio del proyecto. Tras lo vivido en la guerra con los católicos en la España republicana, en el ámbito funcional del Santuario, se añadió el recuerdo a los “muertos por su fe de cristianos, por su honor de españoles”.

Tras la muerte de Gandásegui en mayo de 1937 y la llegada del nuevo arzobispo vallisoletano en abril de 1938, Antonio García y García, el Santuario Nacional se iba a convertir en la “joya de la corona” de su gobierno diocesano. La victoria del bando nacional en 1939 será interpretada como el cumplimiento de la “Gran Promesa” de manera interesada. Una exaltación nacionalcatólica que no será bien entendida y apoyada por todos dentro de la Iglesia, según podemos comprobar en las opiniones expuestas por el cardenal Vidal i Barraquer a Pío XII. El arzobispo García realizó, entre 1939 y 1944, hasta tres llamamientos a sus diocesanos pero también al conjunto de los católicos españoles, para que este templo vallisoletano tuviese una proyección muy amplia dentro de lo que llamaba “el tiempo y la obra del Santuario del Corazón de Jesús”. Todo ello se traducía en dinero para costear las obras. El Ayuntamiento contribuyó con la impresionante imagen central del retablo mayor de talleres Granda con un precio aproximado de treinta mil pesetas. El resto de los ayuntamientos de capitales de provincia de España debían cubrir los gastos de la construcción y adaptación de un retablo que procedía de Medina del Campo. A través de la revista “Reinaré en España”, los católicos españoles iban a saber qué suponía este proyecto.

Una parte central, como dijimos, eran los mártires y el recuerdo a los mismos, con un Crucificado procedente de una iglesia derribada en la ciudad, antiguo Hospital de San Antonio Abad, una gran obra de Esteban Jordán considerado ahora “Jesucristo Rey de los Mártires”. Para el arzobispo García y García, a pesar que existía otro proyecto nacional para glosar los episodios de la Guerra Civil –el que habría de ser “Valle de los Caídos”–, él consideraba que este Santuario Nacional debía tener piedras y huellas de las recordadas batallas, de los “monumentos profanados”, como testimonio por una parte e invitaciones de reparación al Corazón de Jesús. Habría de llegar el cambio jurídico desde la que era antigua parroquia de San Esteban el Real a Santuario Nacional de la Gran Promesa. En julio de 1941 se celebraba la consagración e inauguración oficial con la misa pontifical del nuncio de Su Santidad, acompañada por una liturgia de gran belleza rodeada por la música compuesta para la ocasión por el entonces maestro de capilla Julián García Blanco, con textos adaptados en un bellísimo latín por el propio arzobispo.