El sacerdote José Manuel Hernández Carracedo publica ‘Hemos visto su gloria’
26 marzo, 2025El presbítero diocesano José Manuel Hernández Carracedo publica nuevo libro: ‘Hemos visto su gloria’ (PPC Editorial, 2025). Una “invitación”, según él mismo explica a IEV, a “releer algunos capítulos” del Evangelio de San Juan.
En sus 134 páginas, el autor le propone al lector una línea narrativa concreta a través del verbo “ver”. Para desde ahí “descubrir”, añade, “lo que aquellas primeras comunidades cristianas vieron: la gloria de Jesús”. Porque “descubrir el rostro de Jesús, mirarlo, contemplarlo”, según afirma, “es descubrir quién es y cómo es Dios”.
El Evangelio de Juan: “Original y específico”
Hernández Carracedo es doctor en Teología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca y acumula una vasta trayectoria como docente y articulista en varias publicaciones. Con este libro, que le “animó” a escribir “un amigo”, quiere compartir con “gente no especializada” un acercamiento a la lectura del Evangelio de Juan, que ha estudiado durante “años”, y suscitar así “meditación, oración y diálogos” en torno a un Evangelio, como es el de San Juan, “muy original” y “específico”, apunta este sacerdote de la Archidiócesis de Valladolid, “porque es el último y hace referencias a unas comunidades pequeñas y perseguidas” que vivieron “una gran crisis interna” y “un cisma”, pero que “en vez de resignarse, dieron un salto de confianza y testimoniaron que habían visto a Dios”.
Estas comunidades “nos enseñan que en las circunstancias difíciles, de irrelevancia o de pequeñez el camino es dar un salto de Fe, mirar a Dios y descubrirlo en Cristo”, sostiene el autor.
“El deseo de ver a Dios”, afirma Hernández Carracedo, “sigue latiendo en nuestro corazón” desde el siglo I.
En este punto, advierte que “somos nosotros los que lo vemos de forma distinta, según la luz que irradiamos”. Es decir, el “misterio” que rodea a Dios “permanece”, lo que cambian “son las circunstancias”. De tal manera que “según estén nuestros ojos: llorosos, tristes, esperanzados; el rostro de Dios lo veremos como fortaleza, consuelo, esperanza… pero siempre como ese padre amoroso que nos ama, pero que también nos corrige, nos tira de las orejas y nos llama a la conversión”. “No porque necesite de nuestras obras o alabanzas”, puntualiza, “sino para nuestro bien”.