Don Ricardo preside la Misa Crismal, antesala del Triduo Pascual
31 marzo, 2021El arzobispo de Valladolid, don Ricardo Blázquez, acompañado de su obispo auxiliar, don Luis Argüello, ha presidido esta mañana la Misa Crismal, en la que se han bendecido los sagrados óleos y los presbíteros han renovado sus promesas sacerdotales. En la Eucaristía, que ha concelebrado la mayor parte del clero diocesano y ha sido retransmitida en directo por el canal de Youtube de Iglesia en Valladolid, don Ricardo ha recordado a los presbíteros que el Espíritu del Señor está en ellos, porque les ha enviado y les ha animado a ser transmisores de esperanza.
En la liturgia católica es la primera celebración indicada por el Misal Romano para el Jueves Santo, previa a la Misa de la Cena del Señor, pero en Valladolid –al igual que en otros muchos lugares– se adelanta un día para que puedan asistir con más facilidad los sacerdotes diocesanos, los laicos y los consagrados.
En la Misa Crismal, después de la homilía del Obispo, el clero renueva públicamente ante el pueblo de Dios las promesas de su ordenación presbiteral. Tras una invitación a ese momento por parte del obispo, les pregunta tres veces a los sacerdotes presentes por su voluntad de ser fieles al ministerio recibido, y ellos responden las tres veces: “sí, quiero”. Seguidamente, invita al resto de fieles a rezar por sus ministros, recibiendo por respuesta: “Cristo, óyenos; Cristo, escúchanos”.
El momento posterior de esta Eucaristía consiste en que el obispo consagra el Santo Crisma y bendice el óleo de los catecúmenos (empleado en el bautismo y en sus ritos preparatorios) y el óleo de los enfermos (empleado en la unción de los enfermos).
De este hecho deriva el nombre de la celebración: “Misa Crismal”. La palabra “crisma” proviene del término griego chrisma, que significa unción (y por ello Cristo significa ungido, Mesías). Así se llama al aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra este Miércoles Santo por la mañana, y que servirá para ungir a los nuevos bautizados, signar a los confirmados y ordenar a sacerdotes y obispos.
Varios ministros y fieles se acercan en procesión, desde el coro de la Catedral hasta el presbiterio, llevando tres ánforas con los óleos. En primer lugar, el Obispo bendice el óleo de los enfermos, “para que cuantos sean ungidos con él sientan en cuerpo y alma tu divina protección y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores”. A continuación hace lo mismo con el óleo de los catecúmenos, pidiendo a Dios que éstos, los que se preparan para recibir el bautismo, “vivan más hondamente el evangelio de Cristo, emprendan animosos la tarea cristiana y, admitidos entre tus hijos de adopción, gocen de la alegría de sentirse renacidos y de formar parte de la Iglesia”.
Por último, en el interior del ánfora con el óleo preparado para el Santo Crisma, el obispo vierte un frasco de perfume y, a continuación, sopla sobre la boca del ánfora, tras haber invitado a los fieles presentes a rezar para que los que sean ungidos con él “sientan interiormente la unción de la bondad divina y sean dignos de los frutos de la redención”. Después, con las manos extendidas, pronuncia una larga oración de consagración, que en un momento concreto cuenta con la participación de todos los sacerdotes concelebrantes, que extienden la mano derecha hacia el Crisma en silencio.