Cientos de vallisoletanos asisten a la beatificación de la primera laica del Opus Dei
20 mayo, 2019Cientos de vallisoletanos han asistido este fin de mañana en Madrid, junto a once mil personas llegadas de todo el mundo al palacio de Vistalegre, a la bella ceremonia de beatificación de Guadalupe Ortiz de Lanzázuri, científica española y primera laica del Opus Dei en subir a los altares.
Beatificación de Guadalupe, una científica que reía a carcajadas
Guadalupe Ortiz de Landázuri llegó lejos y dejó huella. Su vida sigue inspirando a mujeres y hombres del siglo XXI
Se acerca el 18 de mayo, día de la beatificación en Madrid de la química Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975). Supo vivir la fe con fortaleza, sencillez y alegría en lugares y situaciones muy dispares. Tuvo un corazón físicamente débil pero grande y fuerte para desarmar odios, recelos y tensiones. Contagió el optimismo que nacía de su confianza en Dios.
Yo no la conocí, pero me topé con ella al escribir sobre dos mujeres que formaron parte de su vida. Ernestina de Champourcín, poeta de la Generación del 27, conoció a Guadalupe durante su exilio en México. Se presentó en la residencia universitaria Copenhague en busca de un sacerdote que asistiera a su marido enfermo, uno de los responsables del fusilamiento del padre de Guadalupe, la madrugada del 8 de septiembre de 1936. Guadalupe se sobrepuso a la impresión de este recuerdo y pidió la gracia del perdón. Pudo atender a Ernestina con afecto y con una sonrisa que le salía del corazón; fue el comienzo de su amistad. Piedad de la Cierva, la prestigiosa científica que logró la industrialización del vidrio óptico en España, involucró a Guadalupe en un proyecto de investigación sobre el material refractario y dirigió su tesis. Más adelante patentaron el procedimiento de fabricación de bloques refractarios aislantes.
Guadalupe murió en 1975 a los 59 años, tras una operación a corazón abierto en la Clínica Universitaria de Navarra. Habían pasado 31 años desde aquel 19 de marzo de 1944 que, con 27 años, se incorporó al Opus Dei. Tomando una expresión de San Josemaría, Guadalupe había ido de acá para allá con la mayor naturalidad, había suspendido su trabajo profesional para poner esfuerzo en otras labores de formación humana y cristiana ¡de tantas personas!… Había aprendido cosas nuevas, aceptando gustosamente ocultarse y desaparecer, dejando paso a otros: subir y bajar.
Su disponibilidad y carácter resuelto y cosmopolita, permitieron contar con ella para un roto y un descosido. Fue directora de Zurbarán, residencia universitaria inaugurada en Madrid el curso 1947-1948 y atendió durante varios años la administración doméstica de centros o residencias en Madrid y Bilbao. En México, entre 1950 y 1956 puso en marcha la residencia universitaria Copenhague y dio trabajo a campesinas en la atención de la administración, ocupándose de su instrucción elemental y de que se sintieran en un hogar, e implicó en ello a las residentes universitarias; se involucró con una amiga médico en un dispensario ambulante para atender las periferias; organizó la puesta a punto de una hacienda abandonada, futuro centro de actividades Montefalco; impulsó un nuevo colegio en Culiacán…
También colaboró en el gobierno del Opus Dei en España y México, desde donde viajó a Roma para trabajar en el gobierno central. En 1958 regresó a Madrid por motivos de salud. Los últimos 19 años, compatibilizó las responsabilidades en la Obra y el cuidado de su madre con su trabajo profesional: dio clases, realizó y defendió la tesis doctoral (1965) y desempeñó cargos directivos en escuelas profesionales.
Guadalupe tuvo que esforzarse a lo largo de la vida por ser más ordenada y comprensiva y afrontó con sentido común y buen humor el sufrimiento, las dificultades y los conflictos interiores que inquietan a toda persona corriente. Se quedaba tan contenta cuando descargaba en Dios ese peso. Vivió lo que escribió al llegar a Zurbarán: “Se me representa como una cruz: quiero llevarla a plomo y con mucha alegría”.
A veces tenía que meterse en la cama y rodearse de libros y papeles, para avanzar en la tesis. Así recibía a Piedad, sonriente. También se llevó libros a Pamplona y desde la cama siguió estudiando y sonriendo. “Estoy tranquila y no me inquieta lo que pase… Sea lo que Dios quiera”. Esta fue la serena despedida de una química que descubrió la fórmula para afrontar los retos de la vida: todo se puede resolver con una sonrisa y casi todo, con una carcajada.
Mª Jesús González Olivar, copywriter y economista.