Un año más, San Cristóbal, patrón de los taxistas, transportistas y viajeros ha salido de la iglesia de Santiago Apóstol hacia la plaza Mayor, donde ha tenido lugar la tradicional bendición de los coches.
El párroco de la iglesia de Santiago, José Heras Rodríguez, ha transmitido unas palabras de agradecimiento a todos los taxistas, transportistas, personas que han trabajado en la elaboración de los vehículos, y todos aquellos que pasan varias horas al volante o que dentro de sus labores diarias se encuentra la conducción. Ha agradecido su paciencia, su disponibilidad y ha querido recordar la propia figura de San Cristóbal, como portador de Cristo, pidiendo a los profesionales del transporte que sean “puente no muro” e intenten encontrar a Jesucristo en cada viajero.
El párroco de la iglesia de Santiago Apóstol de Valladolid ha querido también hacer una mención especial a las mujeres, su trabajo y su profesionalidad, destacando que es importante reconocer su aportación al sector del transporte.
En un momento de preocupación en el sector José Heras Rodríguez ha expresado su deseo de que las situaciones de crisis se conviertan en oportunidades para los profesionales y no les desalienten. “San Francisco diría loado seas mi Señor por los medios de transporte. Por el hermano coche, y todos los que lo fabrican”.
La figura de San Cristóbal como transportista de hombres. José Heras ha recapitulado la historia del Santo con la intención de hacer ver a los trabajadores del transporte que hay que mantener el ánimo, sentirse, especialmente los taxistas, ha dicho, como puentes que ayudan a llegar a las personas a sus destinos, y no como muros o barreras. Que mantengan una visión positiva de su labor.
San Cristóbal fue un barquero que dentro de sus obligaciones se encontraba la de ayudar a cruzar el río a los pasajeros. Durante mucho tiempo estuvo preguntando a todas las personas que llevaba en su barca si sabían cómo podía encontrar a Cristo, y nadie le sabía dar respuesta. Un día, un niño se subió a su barca, San Cristóbal ni se molestó en preguntar a una criatura tan pequeña, qué iba a saber él dónde encontrar a Cristo. Cuando comenzó el viaje hacia la otra orilla del río, el caudal creció y a la embarcación le costaba avanzar como si llevara exceso de carga. San Cristóbal le dijo al niño, es como si la embarcación tuviera muchas personas, me cuesta mucho avanzar, y el niño le contestó. “Yo llevo el peso de todo el mundo” y le explicó que era Cristo que sabía que le estaba buscando y ya le había encontrado.