Beata Mariana de Jesús: mercedaria de la Corte de Valladolid, copatrona de Madrid
22 agosto, 2024Y llegamos en este Cuaderno de Conmemoraciones Diocesanas, con el que hemos cerrado el curso académico, con la referencia al IV centenario de la muerte de la beata Mariana de Jesús (1624), tras haber recordado las muertes del jesuita Luis de La Puente, del trinitario san Simón de Rojas y la carmelita descalza Ana de San Agustín, todas ellas ocurridas en ese año de 1624.
Su nombre de pila bautismal era María Ana Navarro de Guevara y Romero, madrileña de nacimiento, aunque también vivió en Valladolid en los años de la Corte de Felipe III. Su trayectoria vital discurrió entre 1565 y 1624. Nació en el seno de una familia acomodada, bien relacionada con la Corte de Felipe II desde el sector de los servicios pues su padre era peletero. Cuando tenía veintidós años, expresó su deseo de entrar en un convento. Se opuso su padre, el cual había contraído segundas nupcias, por lo que su madrastra impulsó el concierto de su matrimonio. Llegaron a existir leyendas en las que se afirmaba que Mariana se había desfigurado su rostro o se había cortado sus cabellos para que su prometido no la aceptase. En 1598, se retiró como penitente a la ermita de Santa Bárbara de Madrid, con la ayuda espiritual de un reformador mercedario descalzo, fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento.
Su padre, con esta su familia, se trasladó a Valladolid como “pelletero andante en Corte”, siguiendo a los Reyes en los primeros días de 1601. Aquí fue el director espiritual de Mariana el fraile dominico Andrés de La Puente, morador en aquel Convento de San Pablo que fue escenario de tantos acontecimientos en ese Valladolid y escritor del prestigioso jesuita Luis de La Puente. Trató de amistad con las duquesas de Frías, Medina de Rioseco o de Alburquerque, grandes señoras de la nobleza que gustaban de disponer de la amistad con mujeres de intensa religiosidad como era Mariana de Jesús. Precisamente, las conversaciones espirituales condujeron al caballero Juan de Arce al claustro dominico de San Pablo, mientras que en esta Corte del Pisuerga fue donde esta joven madrileña fue conocida por la nobleza. Después, su familia, con ella, regresó con los monarcas a Madrid en 1606.
Mariana acudió directamente a la casa de la viuda del contador Gerónimo Arceo, Catalina Arias, en lo que se conocía como Santa Catalina de los Donados por hallarse junto a este hospital. Allí permaneció por espacio de ocho meses. Pronto habría de ser vecina del convento de los mercedarios descalzos, mientras se dedicaba a la oración y a la penitencia. Fue recibida, finalmente, en 1613 en la Orden de la Merced con el hábito de terciaria, por disposición de su Maestro General, con el nombre de Mariana de Jesús. Sus virtudes se extendieron por aquella villa cortesana de Madrid, incluso, con apariciones sobrenaturales y milagros. Sus superiores la pidieron que escribiese sus experiencias y así lo realizó.
La muerte le llegó un 17 de abril de 1624 en el Convento mercedario de Santa Bárbara cuando tenía cincuenta y nueve años. Los anteriores prodigios se multiplicaron.
Su cuerpo fue muy visitado por espacio de dos días, elaborando Vicente Carducho varias de sus máscaras mortuorias. Una de ellas pudo ser utilizada en el busto que de ella se conserva en el Museo Nacional de Escultura, realizado en el siglo XVIII y siendo considerado un “verdadero retrato”. También en Valladolid podemos encontrar distintos grabados suyos. En el año de su fallecimiento comenzó su proceso de beatificación, siendo pedida por sus devotos que se encontraban entre el pueblo, la nobleza y el propio Felipe IV, que vio nacer y bautizar en Valladolid. Santidad que parecía plasmarse físicamente en un cuerpo incorrupto, según se comprobó en 1627, con la flexibilidad de sus miembros, así como por la fragancia de su cuerpo ya enterrado algunos años. Se afirmaba que solamente el rostro había sufrido daños con la realización de la mascarilla mortuoria. Los restos volvieron a descubrirse en 1731, 1924 y 1965. Su beatificación se alcanzó el 18 de enero de 1783 por el Papa Pío VI.
El Ayuntamiento de Madrid la declaró copatrona de la Ciudad, en compañía de san Isidro Labrador. Al ser destruido el convento de Santa Bárbara, el cuerpo incorrupto de la beata Mariana de Jesús fue trasladado a la iglesia del Convento de don Juan de Alarcón, cerca de la Gran Vía madrileña, celebrándose su festividad cada 17 de abril, en un sepulcro regalado por la reina Isabel II. Fue el 8 de marzo de 2011 cuando se abrió el proceso diocesano de canonización desde la iglesia de las mercedarias del Convento de Alarcón de Madrid.