San Mateo Alonso de Leciniana. Nava: tierra de santos, obispos y artistas que llevan a Dios (I)
19 julio, 2017Bienaventurados – Santos Vallisoletanos. Serie de Artículos de Javier Burrieza
Fraile dominico, n. Nava del Rey (Valladolid), XI.1702 + mártir, Tonkin (Vietnam), 22.I.1745; b. 20.V.1906; c. 19.VI.1988. Patrono por aclamación de la ciudad de Nava del Rey.
En Nava del Rey, los ejemplos de santidad están repartidos entre dos contemporáneos del siglo XVIII: un fraile dominico, llamado Mateo Alonso de Leciniana o Leciñana, mártir misionero a mediados de la centuria en la lejana China y el “venerable” hermano Antonio Alonso Bermejo, enterrado solemnemente en la iglesia de los Santos Juanes. El primero partió pronto de su localidad natal, el segundo se dedicó en ella a la atención de los más necesitados a través del Hospital de San Miguel. Es cuestión de fama de santidad y de percepción de la misma.
Fue el beneficiado Cristóbal Alonso el que bautizó y puso los santos óleos a Mateo Alonso, el 26 de noviembre de 1702. Quizás el nombre se debía a que uno de sus padrinos fue Mateo Ruiz, presbítero y capellán de la iglesia navarresa. En realidad, si continuamos leyendo en las páginas de aquel libro de bautismos encontraremos las anotaciones de los sacramentos de Francisco Rodríguez Chico en 1707 —obispo de Teruel— y Agustín González Pisador en 1709 —obispo de Oviedo—, sin que faltase como hijo de esta localidad, el escultor e imaginero Luis Salvador Carmona en 1708, “por esas preciosas esculturas que traen a los hombres y los llevan a Dios”. Aquella pila bautismal se encuentra dentro de toda una Iglesia “Catedral” que se fue concluyendo por aquellos años. Precisamente, las bóvedas de la torre y la escalera hacia el reloj se terminaban en 1700 (ver foto, cortesía JM.Rodríguez)
El progenitor falleció cuando Mateo contaba con tan sólo cinco años, circunstancia que ocasionó su salida de Nava hacia 1711 y el establecimiento en el hogar familiar materno en Tordesillas, villa en la que su abuelo Sebastián Alonso trabajaba como labrador.
Andrés Alonso de Leciñana, el padre de Mateo, era de oficio cirujano-sangrador y barbero en numerosas tareas de atención sanitaria primaria. Era una familia asentada en Nava —su madre Mariana Alonso se trasladó a aquella localidad para casarse—, probablemente por motivos profesionales, pero no oriunda de esta localidad. Mientras que la familia paterna procedía de la jurisdicción de Frías, en el valle burgalés de Tobalina, la materna era vecina de Tordesillas. El progenitor falleció cuando Mateo contaba con tan sólo cinco años, circunstancia que ocasionó su salida de Nava hacia 1711 y el establecimiento en el hogar familiar materno en Tordesillas, villa en la que su abuelo Sebastián Alonso trabajaba como labrador. De hecho, en la “Historia de Tordesillas” que escribió Eleuterio Fernández Torres, se situaba el nacimiento de Mateo Alonso en esa localidad, aunque fuese bautizado en Nava. Se basaba en un cuadro propiedad de un comerciante de la villa, con una inscripción en donde se contenía esta información que parece errónea. A su abuelo, que ejerció funciones paternas, lo perdió cuando tenía dieciséis años; de su abuela se despidió cuando marchó al convento de los frailes dominicos de Segovia.
Su formación en gramática latina tuvo lugar en el colegio de San Luis de Villagarcía de Campos, dirigido por los jesuitas. Aquella casa fue una cantera de vocaciones religiosas para distintas órdenes. Por entonces, los alumnos de Humanidades tenían procedencias muy diversas y se repartían entre las casas de la localidad a modo de posadas. La que marcaba el horario del colegio era la campana de su espadaña, conocida popularmente como la “parlera”. En una de estas casas, con un grupo formado por ocho o diez escolares, coincidieron Mateo Alonso de Leciñana y su primo José Alonso de San Miguel. Participó, pues éste era el objetivo de la Compañía de Jesús, no sólo de la pedagogía de los jesuitas para con el latín sino también de la vida espiritual que ellos impulsaban a través de los distintos ministerios de la palabra, sin olvidar la propuesta de modelos, los “santos” de la juventud, en los días previos a la canonización de Luis Gonzaga y Estanislao de Kostka ¿Pudo nacer en aquel ámbito educativo y de vida la fascinación de Mateo Alonso por las misiones? Lo cierto, es que estaba muy presente la trayectoria de los primeros mártires del Japón o los trabajos tan publicitados de san Francisco Javier, que murió a las puertas de China en el siglo XVI.