San José Fernández. Un lejano escenario de la misión para fray José (II)
19 julio, 2017Bienaventurados – Santos Vallisoletanos. Serie de Artículos de Javier Burrieza
San José Fernández, fraile dominico. Nació en Ventosa de la Cuesta (Valladolid) en 1775 y murió mártir en Vietnam en 1838. Beatificado en 1900. Canonizado en 1988
Fray José Fernández pudo salir hacia Oriente el 4 de mayo de 1805, tras la muerte de su padre, partiendo desde el puerto de Cádiz en un barco inglés. Formaba grupo con otros treinta jóvenes. Pasó por las islas de Cabo Verde y Fernando Poo, el Congo francés o el cabo de Buena Esperanza, el estrecho de Malaca, el mar de China hasta desembarcar en Manila el 3 de julio. Allí fueron recibidos por los dominicos del convento de Santo Tomás donde se alojaron. Estos cuatro meses se convirtieron en todo un noviciado misionero como escribió José María Arévalo. La travesía desde Filipinas hasta Indochina, al norte de Vietnam, fue todavía más difícil. La nave que les transportaba se tuvo que enfrentar, no sólo a la posible acción de los piratas, sino también a las tempestades del golfo de Tong King y a la vida cruenta de la epidemia dentro del barco. En esa atención a los moribundos y agonizantes se tuvo que emplear fray José y sus compañeros, como plasmó en su correspondencia. Pronto manifestó su deseo de adaptarse al idioma de los que debían ser evangelizados, así como a las costumbres y al clima. Aunque desembarcó el 18 de febrero de 1806 en el puerto indochino de Turón, hubo de esperar varios meses —hasta junio— para continuar hasta Tong King, ámbito territorial pacificado con el gobierno del rey Gino Laong y auxiliado en su labor por el ejército francés. Los primeros misioneros habían desembarcado en 1626, mientras que cincuenta años después dominicos españoles de la provincia del Rosario de Filipinas se encargaron de la misión de Tong King central. Uno de aquellos pioneros del siglo XVII también era vallisoletano, de San Martín de Valvení, fray Juan de la Cruz. Ya en el XVIII, también trabajó en esta tierra el dominico de Nava del Rey, fray Mateo Alonso de Leciñana, canonizado con José Fernández en 1988.
“Yo estuve enfermo —escribe fray José tras la penosa travesía de viaje— luego que llegué, de unos cursos de sangre que duraron más de un año. Creían que me moría pero estoy con perfecta salud, hace más de dos años y mejor que lo que estaba en Europa”.
Cuando el dominico de Ventosa desembarcó a principios del XIX se encontró con cuatro padres europeos, cuarenta y tres tunkinos —sacerdotes seculares y muchos dominicos—, habiéndose fundado en 1747 el Vicariato de la Orden de Predicadores, con siete provincias que podían atender a casi tres mil cristianos, además de un importante número de catecúmenos en formación. Para entonces, ya habían comenzado las persecuciones, datando de 1711 el primer edicto hostil, así como después los protomártires. “Yo estuve enfermo —escribe fray José tras la penosa travesía de viaje— luego que llegué, de unos cursos de sangre que duraron más de un año. Creían que me moría pero estoy con perfecta salud, hace más de dos años y mejor que lo que estaba en Europa”. Los frailes dominicos de la Provincia del Rosario tuvieron gran interés en fomentar el nacimiento de vocaciones indígenas y fray José tuvo que dirigir y orientar el colegio de catequistas. Una labor que había comenzado ya en 1738. Con todo, los años de la llegada del dominico de Ventosa habían sido tranquilos, tal y como escribió a su hermano Niceto: “este reino de Tong-King es infiel, y así nunca podemos estar con tanta seguridad como en España; pero ya hace algunos años que no se persiguen la fe y al presente con mucha paz y seguridad”. Confirmaba fray José la presencia de dos obispos dominicos, otros siete padres europeos y numerosos sacerdotes indígenas: “son muchísimos los cristianos y están muy distantes unos de otros y así siempre estamos ocupados”. Sus palabras subrayan la experiencia que aportan los sacerdotes europeos en la tarea de formación: “no me pena haber venido a Tong-King, estoy contento y alegre y deseo que vosotros lo estéis también. Participa de todo esto a todos mis hermanos, a quienes saludo de todo corazón”. Eran las palabras de fray José en octubre de 1809 mientras en España los ejércitos napoleónicos habían invadido la Península, cambiando de trayectoria de su convento de San Pablo de Valladolid, tan afectado por la presencia de los franceses.