San Simón de Rojas (III). Hombre de gobierno… Por la fuerza
19 julio, 2017Bienaventurados – Santos Vallisoletanos. Serie de Artículos de Javier Burrieza
San Simón de Rojas, fraile trinitario, n. Valladolid, 1552 + Madrid, 1624; b. 1766, c. 3.VII. 1988.
Los últimos años del siglo XVI fueron una sucesión de costosas tareas de gobierno para fray Simón de Rojas, algunas de ellas abandonadas tras la renuncia. De esta manera, desde 1587, fue pasando como ministro por los conventos trinitarios de Cuéllar, Talavera de la Reina, Cuenca, Ciudad Rodrigo y Medina del Campo. En algunos lugares su oficio fue de continuas obras materiales, debiendo hacer frente a los recursos económicos para efectuarlas. En otros se encontró a frailes desobedientes, necesitados de una mano dura. También tuvo que informar sobre los resultados que la reforma de la orden estaba provocando en la casa de la Biemparada, en la localidad pacense de La Abadía. Y todo ello, mostrando preocupación por los más necesitados, por los marginados en cárceles y hospitales, por los niños menesterosos de una catequesis bien desarrollada; por la palabra sólida desde el púlpito, auténtico medio de comunicación; por la extensión de la devoción mariana a través de distintas advocaciones que se fue encontrando por caminos físicos y de fe. Ministerios y trabajos que desarrolló el fraile trinitario vallisoletano en escenarios bien diferentes de ciudades castellanas que vivían con distinto ritmo el final del siglo XVI.
En una Cuéllar próspera, los trinitarios estaban construyendo un convento llamado a tener un papel importante. Además el trabajo asistencial de este ministro llegó hasta los oídos del duque de Alburquerque y de su esposa, señores de esta villa. Cuando pensaba, tras su renuncia, que su destino iba a ser su Valladolid natal, el santo trinitario fue elegido ministro en Talavera de la Reina, en una casa donde habitualmente se celebraban capítulos provinciales. Aquel era un magnífico retrato de un lugar donde era necesario imponer un horizonte de reforma, pues los frailes estaban más pendientes de recibir regalos de los más próximos que de su observancia religiosa, después de haber abandonado incluso la apariencia externa de su estado. Debían mejorar la formación de sus novicios y confesores. Fray Simón, tan gustoso de la producción cerámica de la naciente fábrica de la localidad, trató de buscar recursos en la prosperidad económica de Talavera. De nuevo, renunció a su cargo en octubre de 1591.
Su nuevo escenario de trabajo iba a ser la ciudad lanera de Cuenca, en el convento de Nuestra Señora de los Remedios, advocación mariana que se iba a preocupar de extender. Fueron otros dos años donde cobró fama a través de sus labores asistenciales, reconocidas incluso por el obispo que le acompañaba en estas inquietudes. Allí destacó como notable predicador entre los agricultores de los arrabales, organizando también una función nocturna y sabatina, con una notable devoción hacia la Virgen. Empezó a colaborar en el reconocimiento dogmático de la concepción inmaculada de María, dogma sobre el que todavía no se había pronunciado Roma. Tras concluir su periodo en Cuenca, podemos documentar una breve estancia en su Valladolid natal en 1594. Conocemos que el 26 de julio predicaba en la iglesia de San Lorenzo, templo en el que se alumbraba la imagen gótica de la Virgen con el niño que habría de convertirse en patrona de Valladolid.
Como ministro del convento de Ciudad Rodrigo, entre 1594 y abril de 1597, pudo conocer en el monasterio de agustinas de Santa Cruz a Mariana de Jesús. Con ella se volvería a encontrar en Valladolid, ya como impulsora de las agustinas recoletas, rama reformada de estas monjas. Los trinitarios establecieron que en cada una de sus provincias habría de existir un convento habitado por frailes reformados. Cuando concluyó el Capítulo provincial de Talavera de la Reina en 1597, fray Simón de Rojas pudo recibir del nuevo provincial el encargo de informar sobre la casa que se había destinado a la reforma de los trinitarios en esta demarcación: era la mencionada de Biemparada en La Abadía (Cáceres). En aquel viaje, el fraile vallisoletano pudo visitar el santuario salmantino de la Peña de Francia o el sepulcro de la madre Teresa de Jesús en Alba de Tormes, en el tiempo en que se había iniciado su proceso de beatificación.
La última experiencia de gobierno, en esta etapa, fue como ministro en Medina del Campo, donde tuvo que hacer frente a una dura situación de peste, trabajando en labores asistenciales junto a los jesuitas del colegio de la Compañía de aquella villa de las ferias, ya en decadencia. Una vez más, fray Simón renunciaba al gobierno de su convento. Tenía cuarenta y ocho años y pretendía retirarse a la casa albaceteña de los Remedios de Fuensanta, donde podía llevar una intensa vida de oración y penitencia, sin que faltasen episodios eremíticos. Sin embargo, sus superiores pretendían otra cosa para él. No deseaban verlo vestido con harapos penitenciales. Lo consideraban más útil en Madrid, cerca de una Corte que estaba a punto de mudarse a su Valladolid natal en 1600.