San Simón de Rojas (I). Cimiento de la Catedral vallisoletana

San Simón de Rojas (I). Cimiento de la Catedral vallisoletana

19 julio, 2017
SAN SIMÓN DE ROJAS
SAN SIMÓN DE ROJAS

Bienaventurados – Santos Vallisoletanos. Serie de Artículos de Javier Burrieza

San Simón de Rojas, fraile trinitario, n. Valladolid, 1552 + Madrid, 1624; b. 1766, c. 3.VII. 1988.

Vallisoletano de la ciudad, nacido un 28 de octubre de 1552, festividad de san Simón Apóstol. Aquella casa arrendada en la que vivían sus padres Gregorio Ruiz de Navamuel y Constanza de Rojas era propiedad del Cabildo colegial de la iglesia de Santa María la Mayor. Por entonces, ya se habían entregado los planos de la que iba a ser la tercera colegiata de la entonces villa, proyecto que iba a suponer un cambio importante en la orientación espacial y geográfica del templo cabecera de la villa del Esgueva. La construcción apenas había avanzado en sus cimientos y para cuando nació Simón, todavía no se había solicitado nuevos planos del que habría de ser el proyecto y construcción definitiva, aunque inacabada, de Juan de Herrera. Por tanto, la casa de este matrimonio —nuestro protagonista habría de ser el tercero de los cuatro hijos— estaba situada en el interior del actual espacio catedralicio, en la nave del Evangelio, en los entornos de la capilla de Nuestra Señora de los Dolores. Como era costumbre en aquella sociedad de precariedades, especialmente durante la infancia, fue bautizado en los primeros días de noviembre en la propia iglesia colegial, aunque no conservamos la partida de bautismo.

Su padre era “hombre notorio hijodalgo de sangre, de solar conocido y de que es la casa y solar de Navamuel, sita en el lugar de Navamuel”, en Valderredible, situado en la montaña de Cantabria, aunque por entonces más bien se hablaba de aquella parte como montaña de Burgos. Conoció Gregorio Ruiz de Navamuel a su esposa Constanza de Rojas en Madrid, villa a la que se trasladó durante su niñez o juventud. La joven, también de condición hidalga y vinculada familiarmente —con casi seguridad— a un embajador de los Reyes Católicos, había nacido en Móstoles. Tras contraer matrimonio se trasladaron a Valladolid, núcleo urbano entonces de mayor importancia, donde el padre abrió un negocio, una carnicería o tripería —por algo vivían junto a las carnicerías mayores—. Los cuatro hijos llegaron a edad adulta, circunstancia que no era habitual por entonces. El primero, Gregorio, fue franciscano, calificador del Santo Oficio y promovido como obispo de Charcas, propuesta que no aceptó. Su hermana Ana casó con el cabeza de la Casa de los Contreras-Rojas mientras que su hermano pequeño García murió como corregidor de Cuéllar, heredando el mayorazgo familiar.

Manuel Canesi, historiador vallisoletano del siglo XVIII, afirmó en su obra que fue en 1568 cuando Simón de Rojas recibió el hábito de la Trinidad en el Real Convento de la Santísima Trinidad de Valladolid, fundado en el siglo XIII, junto al río Pisuerga, en la entonces calle de la Boariza, actual de María de Molina y junto al que habría de ser monasterio de bernardas de San Joaquín y Santa Ana.

Una infancia que los hagiógrafos se encargaron de adornar, como era habitual, de manera apócrifa, adelantando algunos de los acontecimientos que iban a suceder en el futuro. Afirmaban que las primeras palabras del niño Simón, a los catorce meses, fueron curiosamente las de “Ave María”, advocación que tuvo después la Congregación que fundó el que habría de ser fraile trinitario. Estos mismos autores justificaban su piedad, indicando que hasta los diez años su asistencia a las iglesias era continua. Sin embargo, este supuesto prodigio habría de matizarle con la tartamudez que sufría. Era, además, Valladolid, una villa de numerosas instituciones educativas, iniciando los estudios de secundaria en los de gramática latina, pasando después a los de artes. No era extraño en una sociedad sacralizada, sin recurrir al tono hagiográfico, que nuestro joven fuese inclinado a la piedad, a la oración en la vecina iglesia de Santa María la Antigua, donde se encontraba la imagen de Nuestra Señora de la Zarza, de la cual eran cofrades sus padres. Esa inclinación hacia lo religioso hizo pensar a don Gregorio que su hijo Simón, como eclesiástico, podría heredar los beneficios de los que habían gozado dos tíos suyos, aunque también era conveniente dar continuidad al mayorazgo del señorío de Navamuel, que recayó finalmente en el hijo pequeño.

Manuel Canesi, historiador vallisoletano del siglo XVIII, afirmó en su obra que fue en 1568 cuando Simón de Rojas recibió el hábito de la Trinidad en el Real Convento de la Santísima Trinidad de Valladolid, fundado en el siglo XIII, junto al río Pisuerga, en la entonces calle de la Boariza, actual de María de Molina y junto al que habría de ser monasterio de bernardas de San Joaquín y Santa Ana. Un gran establecimiento religioso, este de los trinitarios calzados —al que no se refiere la actual Plaza de la Trinidad—, que en el siglo XVI se hallaba bajo el patronazgo de los duques de Béjar. Desde 1428 había sido designado casa de Estudios Generales de la provincia, en el cual había posibilidad de estudiar artes y teología. La orientación de Simón hacia este convento se pudo deber a los sermones que predicó en 1563-1564 el padre Juan de Vega. Para poder recibir aquel hábito, el joven vallisoletano tuvo que vencer la oposición paterna, la cual prefería verle como clérigo beneficiado de la Iglesia mayor, bajo cuya sombra nació.