‘Caminar juntos en la esperanza’, la invitación del papa Francisco para la Cuaresma del Año Jubilar

‘Caminar juntos en la esperanza’, la invitación del papa Francisco para la Cuaresma del Año Jubilar

28 febrero, 2025

En unos días, la Iglesia Católica comenzará a vivir la Cuaresma, cuyo inicio tendrá lugar el próximo 5 de marzo con el Miércoles de Ceniza. A este tiempo cuaresmal —al que los cristianos somos llamados a reforzar nuestra fe mediante diversos actos de penitencia y reflexión— le abrimos la puerta con el gesto bíblico de la imposición de la ceniza.

Todas las parroquias de la Archidiócesis de Valladolid, tanto de la ciudad como del mundo rural, celebrarán la tradicional misa para imponer la ceniza a los fieles. Nuestro arzobispo y presidente de la CEE, don Luis Argüello, presidirá la de la Catedral, a las 18:00h.

El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. En este se explica que en la Misa, se bendice e impone en la frente de los fieles la ceniza hecha de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior. Un símbolo que recuerda la necesidad de la misericordia de Dios y con el que iniciamos el camino espiritual de penitencia, arrepentimiento y ayuno.­

Preparamos el corazón para el gozo de la Pascua

La Cuaresma es un tiempo especial que en esta ocasión vamos a vivirlo inmersos en pleno Año Jubilar, celebrando los 2025 años de la Encarnación del Señor. Ahora es el momento de iniciar “nuestro itinerario pascual”, comenzando con esta nueva Cuaresma que nos guiará hasta la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. “Centro”, subraya el consiliario de la Junta de Cofradías de Semana Santa, Guillermo Camino, “de todo el año litúrgico y de toda vida cristiana”.

Insiste Camino, en la invitación que nos ha hecho el papa Francisco en estas semanas precedentes a la Cuaresma, “a vivir de manera especial la condición de peregrinos” en este tiempo cuaresmal, además de “ahondar en el sentido de la esperanza”. Por ello, considera necesario vivir esta Cuaresma “con un deseo animoso de acoger este tiempo de gracia”, en el que se podrá ganar la Indulgencia Plenaria. Una oportunidad “única” para vivir la “caridad y la comunión” con toda la Iglesia, explica.

Nuestras delegaciones episcopales han adquirido la invitación del Santo Padre como ‘leitmotiv’ del próximo Retiro de Cuaresma, que el 15 de marzo a partir de las 17:30h, nos llevará a peregrinar desde el templo de las Hermanas de la Compañía de la Cruz situado en el barrio de Las Delicias, -en su Jubileo particular por el aniversario de su fundación- hasta la Capilla del Centro Hospitalario Benito Menni, uno de los templos jubilares del Jubileo 2025, junto a la Catedral y el Santuario.

Comienza este camino cuaresmal con el que se “abre una infinidad de posibilidades”, a nivel personal o comunitario, para vivir con “intensidad la Cuaresma”, apunta. Es por ello, que nos invita a vivir esta oportunidad con “ánimo encendido”.

Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2025

La Santa Sede ha publicado el martes 25 de febrero, el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2025, que en esta ocasión lleva por título: ‘Caminemos juntos en la esperanza’ y en el que reflexiona sobre el “caminar juntos”, planteando tres llamados a la conversión: como peregrinos, en la sinodalidad, y la esperanza.

Caminemos juntos en la esperanza

Queridos hermanos y hermanas:

Con el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación anual de la santa cuaresma, en la fe y en la esperanza. La Iglesia, madre y maestra, nos invita a preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de Dios para poder celebrar con gran alegría el triunfo pascual de Cristo, el Señor, sobre el pecado y la muerte, como exclamaba san Pablo: «La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» ( 1 Co 15,54-55). Jesucristo, muerto y resucitado es, en efecto, el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida eterna, que ya realizó en Él, su Hijo amado (cf. Jn 10,28; 17,3) [1].

En esta cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, deseo ofrecerles algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria.

Antes que nada, caminar. El lema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida, narrado en el libro del Éxodo; el difícil camino desde la esclavitud a la libertad, querido y guiado por el Señor, que ama a su pueblo y siempre le permanece fiel. No podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos.

Surge aquí una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida. Cada uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen “examen” para el viandante.

En segundo lugar, hagamos este viaje juntos. La vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales [2]. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a encerrarnos en nosotros mismos [3]. Caminar juntos significa ser artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Ga 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.

En esta cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades. Preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos [4]. Esta es una segunda llamada: la conversión a la sinodalidad.

En tercer lugar, recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo [5], sea para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” ( Rm 8,38-39)» [6]. Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado [7], y vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

Esta es, por tanto, la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?

Hermanas y hermanos, gracias al amor de Dios en Jesucristo estamos protegidos por la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme [8]. En ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» ( 1 Tm 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo. Así se expresaba santa Teresa de Jesús: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo» ( Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3) [9].

Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe en el camino cuaresmal.

Roma, San Juan de Letrán, 6 de febrero de 2025, memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires.

FRANCISCO