25-9-2022 –
El arzobispo de Valladolid, don Luis Argüello, ordenó a los seminaristas Jorge Polo y Mario Martín como nuevos diáconos de la archidiócesis vallisoletana.
La Catedral fue testigo del compromiso de los jóvenes ante su pastor a “observar el celibato durante toda la vida”, “conservar y acrecentar el espíritu de oración y celebrar la Liturgia de las Horas” e “imitar siempre en su vida el ejemplo de Cristo, cuyo cuerpo y sangre servirán con sus propias manos”.
En el transcurso de la ceremonia de ordenación, en la que los ya diáconos estuvieron acompañados por sus familiares y amigos, compañeros seminaristas y unos sesenta sacerdotes y diáconos permanentes, don Luis les felicitó por su vocación, le explicó sus nuevas responsabilidades en esta nueva etapa en su camino al presbiterado, y les recordó que el diácono es un servidor a imagen de Nuestro Señor Jesucristo.
“La ordenación diaconal significa, sobre todo, recibir el fuego vivo del Espíritu Santo en vuestro corazón para que le dé una forma, la forma de Jesucristo siervo, más aún, esclavo. Así hemos de situarnos en el servicio del pueblo santo de Dios y, sobre todo, en el servicio del Señor y de aquellos que tienen las llagas y las marcas de su Cruz”, enfatizó don Luis Argüello.
“Al incorporaros a este colegio vais a hacer unas promesas que son tremendamente contraculturales, pero que en realidad son una novedad revolucionaria que nuestro mundo necesita. Vais a prometer mantener la oración de la Iglesia de la mañana a la noche (…); vivir en el celibato para toda la vida, vivir vuestra condición esponsal de manera célibe (..); vais a prometer obediencia, a mó y a gente a la que no conocéis, a los que vengan luego. Vais a poner vuestra libertad en manos de la Iglesia (…). Y además, querer servir a la misión de la Iglesia en la proclamación del Evangelio, en la cercanía al altar, en la distribución del Cuerpo y Sangre de Cristo”, apostilló nuestro arzobispo.
“Entráis en una aventura apasionante -concluyó don Luis-, pero sois frágiles, y por eso precisáis continuar en un camino formativo hasta el presbiterado y, después, en eso que la Iglesia llama Formación Permanente Integral”