Don Luis Argüello: “Rogad por mí para que sea un pastor según el Corazón de Cristo”
17 junio, 2022Querido D. Ricardo, hermano y amigo, colaboradores en las diversas tareas de este Arzobispado, y todos quienes seguís esta comparecencia a través de los medios de comunicación, a quienes agradezco su presencia.
Me presento ante vosotros con la encomienda recién recibida de ser sucesor de los apóstoles en esta querida Iglesia diocesana de Valladolid.
Saludo a los fieles laicos y ciudadanos de Tierra de Campos y de Pinares, de las Tierras de Medina y Tordesillas; del Duero y del Esgueva; a los de Alrededores de la Ciudad y en ésta a los de Rondilla, Barrio España y San Pedro Regalado, Pilarica, Pajarillos, San Isidro, y Delicias; a los de Parquesol, Huerta del Rey, Barrio Girón y la Victoria; centro de la Ciudad, Paseo Zorrilla con el Cuatro de Marzo, la Rubia, Arturo Eyries, Covaresa y Parque Alameda. A todos y cada uno de nuestros Municipios y las más de trescientas parroquias de la Diócesis.
Saludo, con especial cercanía y afecto al presbiterio diocesano, a los diáconos permanentes y seminaristas. Vamos a vivir el don de la fraternidad sacramental para servir al Señor y edificar un pueblo sacerdotal de discípulos-misioneros.
También quiero hacer llegar este primer saludo como arzobispo electo a las monjas contemplativas, a los religiosos y toda forma de vida de especial consagración. A las Cofradías, Asociaciones, Comunidades y Movimientos. A cada familia cristiana, iglesia doméstica y en ellas a los niños y jóvenes, a los mayores y enfermos. A mi familia de la tierra y del cielo.
Somos una porción del Pueblo de Dios, el que camina en Valladolid para anunciar al pueblo vallisoletano, del que formamos parte, la buena noticia del Evangelio y ser signo e instrumento de fraternidad y amistad civil.
Fraternidad y amistad ofrecida a todos, a las autoridades locales, regionales y estatales y a todo tipo de servidores públicos. Cercanía que quiero hacer llegar de manera especial a cuantas personas viven una especial situación de soledad, sufrimiento o pobreza. La Diócesis del Corazón de Jesús ha de empeñarse en hacer palpable su amor misericordioso a todos y, de manera especial, a quienes reproducen en su vida las heridas del Traspasado.
Desde esta Archidiócesis metropolitana expreso mi comunión con todas las diócesis de la Provincia eclesiástica, y de” Iglesia en Castilla” que hago extensiva a las 11 diócesis de Castilla y de León. Tenemos muchos desafíos apostólicos compartidos y hemos de continuar buscando juntos la manera de afrontarlos desde la colegialidad episcopal y la comunión de todos quienes formamos parte de estas iglesias hermanas y cercanas. El servicio realizado como secretario general de la CEE me hace valorar aun más, si cabe, la comunión entre las Iglesias y la fraternidad con todos los Obispos unidos al Sucesor de Pedro. Agradezco el servicio de todas las personas que trabajan en la Conferencia y valoro sobremanera la amistad vivida con muchos de ellos, los Vicesecretarios, las personas que trabajan en la Secretaría, operarias parroquiales y compañeros de Residencia. La nueva responsabilidad como arzobispo de Valladolid me insta a solicitar ser relevado como secretario general en la próxima Plenaria y a limitar mucho mi presencia en Madrid a partir del 30 de julio, día de la toma de posesión.
En estas horas he pensado posibles reacciones ante este nombramiento:
Algunos diréis: “qué bien, ya nos conocemos, podemos continuar el camino”.
Otros: qué pena, precisamos un revulsivo, una novedad ante tantos desafíos, pero un obispo de la propia Diócesis puede tener condicionamientos en la experiencia vivida, en decisiones tomadas o en afectos o desafectos personales.
Otros quizá podáis decir: “vale mas lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Le pido ahora al Señor que potencie lo bueno que hemos compartido, que perdone y restaure las heridas provocadas y que me regale la luz y fortaleza de su Espíritu –veni lumen cordium– para impulsar el camino de novedad apostólica que necesitamos en fidelidad a la misión recibida. Para esta misión, todos –ministerio ordenado, fieles laicos y vida consagrada– somos necesarios. Cada cual ha de ofrecer la entrega de su vida vocacionada con el estilo y sensibilidad de cada persona o grupo. Unidos en lo esencial, hemos de acoger y potenciar, en la comunión de la Iglesia diocesana, lo que cada cual aporte a la mesa común y transformarlo en singular cauce misionero que haga llegar el Evangelio a hombres y mujeres en diversas situaciones y sensibilidades sociales y religiosas.
Hoy solo puedo prometeros que rezaré por vosotros. Rogad también por mí para que sea un pastor según el Corazón de Cristo.
Me pongo a los pies de la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra en todas las advocaciones con las que se la venera en nuestra Diócesis, pero singularmente en sus títulos de Virgen del Tovar, Virgen de Lourdes y Virgen de San Lorenzo.
Un abrazo con la bendición del Señor.
Valladolid 17 de junio de 2022
Luis J. Argüello, arzobispo electo de Valladolid