Homilía en San Pedro Regalado, don Ricardo Blázquez
En la celebración de las fiestas patronales se unen la memoria de los que nos han precedido en la vida y en la piedad popular; el gozo compartido de niños, jóvenes, adultos y ancianos; la invocación del patrono para que nos custodie e interceda por nosotros; la llamada a que su vida oriente la nuestra; el descanso de los trabajos cotidianos nos da un respiro para proseguir el camino. Las fiestas marcan también la identidad de un pueblo. Tal es el caso de San Pedro Regalado, patrono de la ciudad y de la diócesis. La celebración religiosa irradia en las diversas manifestaciones de la ciudadanía.
Nació nuestro patrono hacia el año 1390 en la Calle de la Platería, junto a la Plaza del Ochavo, en el centro de la ciudad. Una lápida con una inscripción colocada en la pared nos informa del lugar de su nacimiento. Fue bautizado en la parroquia del Salvador, donde se conserva la pila bautismal. En la plaza junto a la iglesia se levanta, con fecha del 13 de mayo de 2004, una columna con una estatua de San Pedro Regalado, patrón de la ciudad de Valladolid, vestido con hábito de franciscano.
Descubrió pronto su vocación especial dentro de la Iglesia; el año 1404 ingresó como fraile (hermano) franciscano, siguiendo de cerca al “poverello” de Asís, que “deseó vivir según la forma del Santo Evangelio”, a través de San Francisco fue discípulo de Jesús pobre y humilde, cercano a los pobres; testigo y profeta del Evangelio de la paz; hermano de todos por ser hijo de Dios Padre; fue predicador itinerante anunciando el Evangelio con palabras y obras a lo largo del río Duero desde El Abrojo hasta La Aguilera y de una orilla a otra. Murió el 30 de marzo de 1456 en La Aguilera, cerca de Aranda de Duero, donde está su sepulcro.
Dos sentimientos habitan particularmente mi espíritu en la fiesta de San Pedro Regalado este año. Soy consciente, con gran serenidad, de que hoy será con toda probabilidad la última fiesta del santo patrón que celebro como Arzobispo de Valladolid. Doce años transcurridos aquí con vosotros me han dejado una huella profunda; la terminación de una etapa no cancela la memoria impregnada de vivo afecto que ha arraigado en la convivencia con todos. El otro sentimiento es de gratitud porque el Ayuntamiento de nuestra ciudad me ha nombrado “Hijo Predilecto de Valladolid”; hace pocos días tuvo lugar la entrega del pergamino en una celebración muy bella en un lugar emblemático de la ciudad. Una vez más manifiesto mi agradecimiento y también mi ciudadanía compartida con todos. San Pedro Regalado es también mi patrono por un motivo inolvidable.
En la fiesta de este año quiero subrayar la enseñanza sobre la fraternidad de San Pedro Regalado, siguiendo los pasos de San Francisco de Asís. Cuando Francisco de Asís eligió definitivamente a Dios como Padre, recibió como hermanos a su familia espiritual, a la humanidad entera e incluso todas las criaturas fueron consideradas por él como hermanas.
Fue fraile franciscano San Pedro Regalado, es decir formó parte de la familia de hermanos y hermanas de Francisco y Clara de Asís. En la escuela de Jesús compartieron la vocación, el perfil espiritual de la vida y de la misión. La fraternidad especial se podía apreciar fácilmente por parte de quienes entraban en comunicación con ellos. Hay unos rasgos identificadores claramente perceptibles.
Llama la atención particularmente la fraternidad con todas las cosas. El famoso Cántico de las Criaturas de Francisco es tan bello como elocuente. Es muy oportuno recordarlo en la situación actual de la humanidad, en que avanza la exploración del cosmos y experimentamos peligros que amenazan la armonía ecológica de la casa común que es el mundo. A veces sentimos que se conmueven los cimientos; ¡no vacilemos, que estamos en buenas manos! En ese sentido no es una evasión sino una sublime lección de fe y de humanidad recordar algunos versos del Cántico de las Criaturas. “Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor, tuyas son la alabanza, la gloria y el honor. / Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano sol, que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor, y lleva por los cielos noticia de su autor. / Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor! / Y por la hermana tierra, que es toda bendición, la hermana madre tierra que nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor! / Y por los que perdonan y aguantan por tu amor los males corporales y la tribulación. / Y por la hermana muerte: ¡loado sea, mi Señor! / Agradeced sus dones, cantad su creación. Las criaturas todas, load a mi Señor”. Nada sea grande o pequeño, ni siquiera la muerte, queda excluida de esa fraternidad cantada por San Francisco.
Dios ha creado todo con orden, medidas, sabiduría y belleza. Lo ha encomendado a los hombres para su cuidado, para su investigación, para su servicio, para su contemplación. No debemos abusar de las criaturas sino tratarlas con respeto del Creador. Bajo la mirada de Dios Creador custodiemos el mundo; y bajo la paternidad divina nos tratemos como hermanos. No desordenemos lo creado con orden, no desbordemos sus límites, no tergiversemos lo sabiamente formado, no desfiguremos la belleza plasmada. La humanidad necesita respeto de la creación, trabajo, contemplación, silencio, fraternidad.
Francisco de Asís y siguiendo su enseñanza nuestro patrono San Pedro ejercitaron la fraternidad sobre todo con las personas, con los pobres, excluidos y descartados. ¡Qué importante es esta lección en medio de nuestro mundo en que la distancia de ricos y pobres más bien se agranda! El número de personas solas es un signo actual inquietante. Todos somos comensales en la mesa de la creación. El Padre Dios nos fraterniza; el ídolo del dinero nos aleja y “metaliza” a sus víctimas. Cuando los últimos están sentados a la mesa de los bienes de la familia humana es señal de que estamos todos.
Siendo nuestro patrono portero del convento de El Abrojo se desvivió para atender a los necesitados. Un año tuvo que multiplicarse para ayudar a los pobres de Puente Duero, Boecillo, y Laguna que habían perdido las cosechas y se encontraban a la intemperie, entre el cielo y la tierra. El amor a Dios Padre llevó a Pedro Regalado a compartir con sus hermanos los recursos del convento y las necesidades de los indigentes. Del amor sincero y auténtico brota la generosidad y la fraternidad que no sólo se compadece sino también comparte (cf. Sant. 2, 15-16) Escuchemos las palabras de Jesús nuestro Maestro y Salvador: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve enfermo y me visitasteis” (cf. Mt. 25, 34-36). Jesús se identifica con los pobres y marginados. La “florecilla” de la historia de San Pedro Regalado, levantando la cubierta de su tumba para dar pan a un hombre hambriento es tan bella como verdadera.
Hermano es el sol, la luna de “blanca luz menor” y hermana madre es la tierra; pero hermano es singularmente toda persona que encontramos en el camino o del que nos hacemos nosotros prójimos y cercanos, como el buen samaritano (cf. Lc. 10, 30-37).
El Papa elegido por los cardenales quiso ser llamado Francisco por el “poverello” de Asís. Se ha inspirado para el título de algunas encíclicas en palabras de San Francisco ‘Laudato sí, mi Signore’, (Alabado seas, mi Señor), sobre el cuidado de la creación (24 de mayo de 2015); y ‘Fratelli tutti’, sobre la fraternidad y la amistad social (3 de octubre de 2020). Pues bien, según nos informa el postulador de la causa de beatificación, P. Bernard Ardura, ya estaba ultimada la encíclica ‘Fratelli tutti’, cuando el Papa añadió el número 287 sobre el beato Carlos de Foucauld, que será canonizado el domingo próximo, pasado mañana, el día 15. Así leemos en la encíclica: “(Carlos Foucauld) fue orientando su sueño de entrega total a Dios hacia la identificación con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano. En ese contexto expresaba sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano, y pedía a su amigo: “Ruegue a Dios para que yo sea realmente hermano de todos”. Quería ser, en definitiva, ‘el hermano universal’. Pero solo identificándose con los últimos llegó a ser el hermano de todos. Que Dios inspire ese sueño en cada uno de nosotros. Amén” (‘Fratelli tutti’ 287).
Hoy celebramos, además de la fiesta de San Pedro Regalado, la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Fátima. María, que fue dichosa por la fe, se puso en camino para ayudar a su prima Isabel que la necesitaba. Invoquémosla: “Santa María del Camino, ven con nosotros al caminar. Santa María, ven”.
Deseo a todos felices fiestas de San Pedro Regalado.
Valladolid, 13 de mayo de 2022