“La prelatura personal del Opus Dei en Valladolid” (Ignacio Aparisi)

“La prelatura personal del Opus Dei en Valladolid” (Ignacio Aparisi)

5 mayo, 2022

Recientemente se ha publicado un nuevo volumen de varias cartas que el fundador del Opus Dei, san Josemaría, escribió para los miembros de la institución. En el primer párrafo de una de ellas, fechada en 1943, afirma: «hemos recibido la llamada de Dios, para hacer un peculiar servicio a su Iglesia y a todas las almas. La única ambición, el único deseo del Opus Dei y de cada uno de sus hijos es servir a la Iglesia, como Ella quiere ser servida, dentro de la específica vocación que el Señor nos ha dado». Al hilo de estas palabras me gustaría hacer una reflexión que sin duda ayudará a comprender la labor apostólica que esta prelatura realiza en nuestra archidiócesis.

 

San Josemaría comenzó el trabajo apostólico del Opus Dei en Valladolid en el año 1939, ciudad a la que realizó no pocos viajes, especialmente entre 1939 y 1946. El 2 de mayo de 1940, con la venia del entonces arzobispo, Mons. Antonio García y García, se erigió el primer centro en la ciudad, en un reducido piso situado en el número 24 de la calle Montero Calvo, al que se le llamaba familiarmente “el rincón” debido a sus escasas dimensiones. Con los años, tomará de aquí su nombre la casa de retiros El Rincón, en la carretera de Tordesillas a Rioseco.

 

Durante sus viajes, el joven sacerdote Josemaría Escrivá celebró la Santa Misa bastantes veces en la Catedral. También en la iglesia parroquial de Santiago, en el Santuario de la Gran Promesa, en la iglesia de Nuestro Padre Jesús Nazareno, en la casa de las Teresianas del Padre Poveda –con quien tenía especial amistad–, etc.

 

En esta ciudad fomentó la disponibilidad de buen número de jóvenes, algunos  de ellos presentados por don Daniel Llórente Federico (1906-1971) que en los años cuarenta era penitenciario de la catedral y capellán del colegio Nuestra Señora de Lourdes. Muchos de aquellos primeros, difundieron el carisma fundacional por otras ciudades de España y también en otros países, de tal modo que puede asegurarse que en Valladolid se fraguó parte de la expansión del Opus Dei por el mundo entero. Fue el caso de Juan Antonio González Lobato, que marcharía a México, José María Escribano y José Luis Soria a Canadá, Teodoro Ruiz Jusué y Ángel Jolín a Colombia, Javier de Silió a Bélgica; y un largo etcétera con figuras como monseñor Tomás Gutiérrez Calzada, durante muchos años vicario del Opus Dei para España, o Encarnita Ortega Pardo, fallecida en 1995 y cuyos restos mortales reposan en el cementerio de El Carmen en Valladolid. Precisamente, el 26 de marzo de 2009 tuvo lugar la primera sesión del Proceso sobre la vida, virtudes y fama de santidad de Encarnita, miembro del Opus Dei desde 1941. Presidió el acto el entonces arzobispo de la diócesis, monseñor Braulio Rodríguez Plaza.

 

La semilla sembrada por el Fundador ha fructificado, con la gracia de Dios. Actualmente, en nuestra ciudad, pertenecen al Opus Dei algo más de ochocientos vallisoletanos de las más variadas condiciones, profesiones y edades –entre ellos una treintena de sacerdotes–. Y son bastantes más las personas que acuden a los medios de formación que se imparten en distintos lugares de la ciudad y que procuran vivificar cristianamente su familia y los distintos ámbitos donde trabajan. Actualmente, se cuenta en Valladolid con veinte centros del Opus Dei, algunos de ellos con especial incidencia en el ambiente cultural y social, como las residencias universitarias Peñafiel y Antares, o los clubes juveniles Trechel y Tempero, o el Centro Deportivo Niara al sur de la ciudad. También la prelatura del Opus Dei tiene convenios con otras entidades educativas a fin de ayudar en su ideario, como los colegios de enseñanza media y bachillerato Pinoalbar y Peñalba (de Fomento de Centros de Enseñanza), o de formación profesional, como Alcazarén (del grupo Aspasia).

 

Sin embargo, no es el número de estas entidades ni las estructuras, la tarea apostólica primordial de la prelatura. Decía san Josemaría que «el apostolado más importante del Opus Dei, es el que cada fiel realiza con el testimonio de su vida y con su palabra, en el trato diario con sus amigos y compañeros de profesión. ¿Quién puede medir la eficacia sobrenatural de este apostolado callado y humilde? No se puede valorar la ayuda que supone el ejemplo de un amigo leal y sincero, o la influencia de una buena madre en el seno de la familia». Estas palabras valen como es natural para todos los cristianos, desde la época apostólica hasta ahora. El testimonio de la vida cristiana ejerce un influjo benéfico en la vida de los que con cada uno se relaciona y es difícil traducir a cifras la misión de la Iglesia a través de la vida personal de cada hombre o mujer cristiano. En ella se encuentran la acción divina santificante y la libertad de cada fiel que, amando a la Iglesia, consigue desempeñar su parte en la misión eclesial. Se trata de una acción que es fermento en la masa (cf. Mt 13,33), comparable a la acción misionera de los primeros cristianos, que puede observarse ante todo en la vida familiar, en el trabajo, en el círculo de amistades y de gente conocida de cada uno. «Nada distingue a mis hijos de sus conciudadanos (…) Dentro de la llamada universal a la santidad, reciben además una llamada especial, para dedicarse libre y responsablemente, a buscar la santidad y hacer apostolado en medio del mundo, comprometiéndose a vivir un espíritu específico y a recibir, a lo largo de toda su vida, una formación cristiana» (san Josemaría).

 

Querría recordar en este lugar las palabras que san Juan Pablo II dirigió a un grupo de miembros del Opus Dei en el año 2001: «Deseo subrayar ante todo que la pertenencia de los fieles laicos tanto a su iglesia particular como a la prelatura, a la que están incorporados, hace que la misión peculiar de la prelatura confluya con el empeño evangelizador de cada iglesia particular, como previó el Concilio Vaticano II al proponer la figura de las prelaturas personales». Pienso que estas palabras del Santo Padre invitan a entender en profundidad el sentido de la pertenencia de los laicos a su propia iglesia particular y a la prelatura del Opus Dei. Puesto que los fieles de la prelatura son también fieles de las diócesis en las que viven, el fruto de la misión pastoral que el Opus Dei lleva a cabo para la vida del mundo está presente en personas que son, al mismo tiempo, fieles de sus diócesis y de la prelatura. El fruto de la misión del Opus Dei queda en el interior de las iglesias locales en las que la prelatura del Opus Dei lleva a cabo su función peculiar.

 

Quizá pueda ayudarnos a ver esta convergencia una consideración inversa: algunos fieles de una diócesis son también fieles del Opus Dei y esta característica no debilita su pertenencia a la diócesis; al contrario, concretamente en el Opus Dei, la refuerza. Y esto es así tanto en los fieles laicos como en los sacerdotes. La búsqueda de la santidad en la vida cotidiana y el ejercicio del apostolado se dan siempre dentro de la iglesia particular a la que pertenecen, y sus frutos permanecen siempre en la iglesia donde viven y desarrollan su actividad. Podemos fijarnos también en el apostolado que los fieles de la prelatura llevan a cabo con los no cristianos que viven en la diócesis, haciendo crecer así el Reino de Dios del que la Iglesia es la semilla, y realizando en primera línea la evangelización de la sociedad, de la cultura, de la familia, de la escuela, de las diversas profesiones y condiciones de vida, en las que Jesucristo quiere ser amado y conocido.

 

La Iglesia da en el mundo un gran testimonio de la salvación a la que Dios llama precisamente a través de la vida vivida por sus miembros. En este sentido, la dimensión profética del mensaje cristiano se hace verdad vivida y todos pueden ver que la santidad misma, Dios, ha venido a habitar en medio de nosotros. Realmente, si consideramos el conjunto de las vidas cristianas vividas en los distintos ambientes de la sociedad, del trabajo, de la familia, de la cultura, del campo, de la empresa, podemos apreciar la fuerza y la capilaridad de la misión de los laicos, a la que el Opus Dei, como fenómeno pastoral, contribuye de manera peculiar. Por su parte, los sacerdotes del Opus Dei forman parte del clero secular, unos incardinados en la diócesis y otros en la prelatura del Opus Dei; unos y otros, «sacerdotes diocesanos».  ■

 

Ignacio Aparisi Laporta

Prelatura del Opus Dei

Vicario para la Delegación del Noroeste de España