Dieciocho meses después, y con una indudable mejora en la situación sanitaria, la religiosidad popular volvió a imbuir de devoción mariana las calles de la capital. Fue sin duda una procesión de la esperanza; un paso más en esa luz al final de un largo túnel de dolor, tribulaciones y preocupación.
El sábado, 2 de octubre, la procesión de María Santísima de la Pasión partió del monasterio de San Quirce y Santa Julita, sede canónica de la penitencial, tras la Eucaristía y comenzó su periplo procesional por las calles del centro para sorpresa de algunos y alegría de muchos otros que, respetuosos con la situación, velaron su paso. La imagen de la patrona de la Pasión fue portada a hombros por los hermanos de carga y acompañada musicalmente por la banda de cornetas y tambores de la cofradía ‘Santísimo Cristo del Perdón’.
Al llegar al monasterio de Santa Isabel de Hungría, los cofrades de la Pasión junto a los de la cofradía de la OFS-La Santa Cruz Desnuda rezaron una oración por la vida y la familia. La comitiva fue recibida también por Nuestro Padre Jesús Nazareno, junto a cuyos cofrades elevaron una oración por los cristianos perseguidos a causa de su fe.