Arzobispo
Braulio Rodríguez Plaza

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Carta mensual

Las razones del Papa

Marzo de 2003


Publicado: BOA 2003, 131.


En el desdichado asunto de la guerra en Irak han aparecido todo tipo de opiniones: la condena de la posible guerra y las posiciones más o menos matizadas de apoyo al presidente norteamericano se han dado junto a las manifestaciones a favor de la paz y en contra de la guerra; ha habido igualmente rechazos absolutos a esta guerra contra Irak. Los medios, además, no han olvidado el “no” de Juan Pablo II precisamente a esa guerra.

El Papa, por supuesto, ha sido citado por aquellos que rechazan la guerra, apoyándose en su postura. Pero también encontramos quienes han interpretado la posición del Santo Padre de una manera ciertamente curiosa, diciendo: «¿Qué se puede esperar de Juan Pablo II? ¿Podría actuar de otro modo? ¿Cabría esperar de él palabras y pronunciamientos diferentes?»

Veo en estos comentarios una forma de entender la fe cristiana un poco preocupante, como si los argumentos del Papa a la hora de juzgar situaciones como la que nos ocupa fueran exclusivamente religiosos y valieran únicamente para los católicos y no para todo el mundo. Otra consideración se puede hacer: las palabras y la posición del Papa valen para la vida privada de los cristianos; pero su vida pública es otra cosa. La fe, en ese caso, tiene poca relevancia para la vida real de las personas —se nos dice—. ¿Valdría entonces sólo para la conciencia de las personas, para la vida interior de los cristianos? En ese caso, yo podría estar de acuerdo en mi interior con lo que dicta la fe cristiana, pero actuar en la esfera de la vida pública de otro modo, no necesariamente según los dictados de mi fe, que lógicamente me incita a actuar de otro modo en la sociedad donde vivo.

Vistas así las cosas, un católico podría estar de acuerdo con lo que dice el Papa sobre esta guerra, pero en su actuación pública o politica actuar de modo diferente. ¿Qué pensar de todo este entramado? ¿Responde todo esto a la lógica de la fe católica?

Hay que decir que cuando el Papa se opone a la guerra en Irak y a toda guerra para solucionar conflictos que la experiencia dice que se agravan con las confrontaciones bélicas, cuando se esfuerza por evitar la guerra, llamando donde sea necesario, no está haciendo esas elucubraciones. Él analiza la realidad, da un juicio basado en la fe y llega a una conclusión sin recurrir a ese dualismo entre la vida de fe y la vida pública. Y su juicio gustará o no gustará a éste o a aquél, pero tiene que ver siempre con la objetividad racional de las cosas. Es decir, no es un juicio para tontos, crédulos o para aquellos que se dedican únicamente a la “vida espiritual”. El Santo Padre está en este mundo y tiene en cuenta siempre, entre otras cosas, la dignidad de las personas y de toda persona y la perversidad de toda guerra moderna, que nunca es solución para casi nada. Es un juicio racional y objetivo que todo hombre y mujer puede ver que es razonable y trata de convencer, también a los que no comparten con él la fe católica.

† Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Valladolid