Marcha Teresiana en Fresno el Viejo
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La XXXI Marcha Teresiana hizo noche en Fresno el Viejo el 17 de Septiembre, como cada año. Con el lema "Firmes en la fe", en continuidad con la JMJ 2011, partió del convento de madres carmelitas de Medina del Campo la Marcha Teresiana, que revive, año tras año desde hace ya treinta y uno, el último viaje de Santa Teresa de Jesús.
La Santa, ya enferma, tuvo que viajar, por capricho de la duquesa de Alba, hasta Alba de Tormes, en cuyo convento murió a los pocos días de llegar. La Hermanadad de Santa Teresa de Jesús de Alba de Tormes, cuenta ya con numerosos peregrinos que año tras año recorren los mismos pasos y caminos que la Santa andariega recorrió por última vez. Tras la primera jornada de camino, comenzada en Medina, y tras haber pasado por El Campillo y Carpio, hacen noche en Fresno el Viejo. Se conduce a la iglesia la imagen de la Santa, llevada en su silla sobre el carro tirado por el borrico. En la iglesia es expuesta a la veneración de los fieles del pueblo, que la acogen como una más de sus devociones, tras treinta y un años recibiéndola. Los peregrinos cenan y se reunen en el templo para realizar la meditación de la noche, donde recogen experiencias vividas y toman conciencia ante Dios de estarle ofreciendo esta peregrinación, a la par que se interioriza más la vida de fe como peregrinaje hasta Dios. Por la mañana, tras el desayuno, los peregrinos invitan al pueblo a la oración de la mañana, donde se escucha el Evangelio y algún texto de la Santa Madre. Comienza el segundo día de peregrinación, que tiene su primer alto a la salida del pueblo, en la ermita de la Virgen de la Soledad. Allí se salyda a la Virgen cantando la Salve y el pueblo invita a los peregrinos a comer un bollo típico y un refresco. Algunos fieles del pueblo acompañan a la Santa en su marcha hasta el siguiente pueblo, Cantalapiedra, ya en la diócesis y provincia de Salamanca. Cada año, el pueblo de Fresno recibe a los peregrinos y les acoge, como testimonio de fe, agradecidos de que el paso de la marcha aliente un poco más la fe de los que allí viven, sujetos a los rigores de esta vida, necesitados de que alguien les indique dónde se halla el cielo, y la misericordia que necesitan.
